Los descendientes o la extraña virtud de quedarse quieto

Los descendientes o la extraña virtud de quedarse quieto


Vi los descendientes, del director Alexander Payne. La historia es simple: Matt, un abogado aristócrata tiene a su esposa en coma profundo, con fatal pronóstico a raíz de un accidente náutico. En el medio se entera de que ella le ha sido infiel, que no lo amaba y que se quería escapar con otro hombre. Y se entera de la peor manera, a través de su hija adolescente. Si hija gritaba a viva voz el engaño de su madre, su padre nunca la pudo escuchar.
El pobre Matt pensaba que su vida era magnífica. Estaba equivocado, su mujer amaba a otro, sus hijas son unas desconocidas y teniendo todo el dinero del mundo vive como un empleado público de poca paga.
Debe hacerse cargo de la infidelidad, de la muerte de su esposa y de sus hijas. Matt habla poco, no responde, su dolor rara vez se manifiesta en palabras, pero está siempre está presente a través de los silencios o de situaciones tragicómica. Aunque todo el relato gira en torno de Matt (George Clooney), la película crece con los personajes secundarios, como Alexandra, la hija adolescente (impresionante la labor de Shailene Woodley), el amiguito de su hija Sid, interpretado por Nick Krause, cuya voz monocorde y llana aporta los momentos más geniales e incómodos de la película y el inmortal Robert Foster en el papel de abuelo gruñón.
La película no deja de ser un abanico entre drama y risa que reflexiona sobre la relación padre-hijas, el amor, las contradicciones, el perdón, la reconciliación y la redención. Pero para mí lo más interesante es que es una película que habla sobre la dificultad de tomar decisiones, el núcleo central de las neurosis obsesivas.
Matt no puede tomar una sola decisión en toda la película, son los otros que se las imponen. Por ejemplo su respuesta a la infidelidad de su mujer tiene que ver con la reacción de su hija mayor, la austeridad en su vida es una enseñanza del padre, etc. La última escena, la conclusión de la película, su única decisión en realidad termina siendo más de lo mismo (no la cuento porque arruino el final)
Matt se presenta como un obsesivo, un esclavo, un prisionero condenado a trabajos forzados, y aparentemente sin saber por que o lo qué es peor, sin preocuparle una respuesta, sobre todo porque, de hecho, no espera ninguna. El hombre estaba realmente ciego... Vive trabajando todo el día mientras su mundo familiar se desmorona.
La película refleja claramente la esencia de la obsesión. De cómo alguien está trabado por una angustia especial Plantea Lacan, en una entrevista publicada originalmente en L'Express dice que la: “Obsesión, eso no quiere decir automáticamente obsesión sexual, ni aún obsesión de esto o aquello en particular: estar obsesionado, significa encontrarse tomado en un mecanismo, en un engranaje cada vez más exigente y sin fin. Helo aquí empeñado en circuitos cada vez más grandes de verificaciones, de precauciones, de justificaciones. Tomado como está en un remolino interior, el estado de apaciguamiento, de satisfacción, se le ha vuelto imposible. Aún el gran obsesivo no tiene, sin embargo, nada de delirante.”
George Clooney deja ver  la esencia del obsesivo en la medida que no tiene ninguna convicción. Ese es el argumento central de la película, Matt no puede tomar posición sobre nada, ni nadie. Ni como marido, ni como padre, ni como yerno, ni como cornudo. Por eso su personaje regala esa desgracia, ese desamparo, ese dolor característicos de estos sujetos y que actúa muy convincentemente. Nada más triste que la escena cuando corre desesperado y antiestético a encontrase con la verdad sobre su mujer.
Si se merece el Oscar Clooney es por reflejarnos una imagen lejos del galán, y cerca del perdedor, papel que calza tan bien en la obsesión. Lo exquisito de la película es como muestra a Matt manteniéndose incólume en su entorno, mientras que su vida está minada y devastada por el sufrimiento.
La película además de una historia sólida y estupendas actuaciones nos ofrece la ceguera del obsesivo.

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