Star Wars o Tras los pasos de Edipo

Quién de mi generación no se encontró en su niñez inmerso en ese universo particular de aquellos viejos cines: Trocadero, Censa, Plaza, embelesado con la trilogía de Star Wars.
Star Wars ha sido el mayor fenómeno económico y socio-cultural de la historia cinematográfica. Millones de espectadores, legiones de fanáticos y un negocio sideral, datos no menores que de alguna forma deja al descubierto un enigma: ¿por qué tanto éxito?

Seguramente el fuerte de este fenómeno no esté en su calidad artística (unánimemente cuestionada), sino en la estructura de ficción que esta saga propone; algo de la trama bordea inexorablemente eso que Freud inmortalizó como mito de Edipo. Esta doble trilogía no es más que una de las múltiples versiones que lo nombran, de aquello que en el hombre se presenta como inenarrable.

Freud fue reservado con respecto al mito de Edipo, lo describió como una conjetura para poder establecer un origen consistente en una pantalla de orden imaginario que rescata al sujeto del mundo pulsional.
Esta doble trilogía se eleva para dar consistencia a un intento de dar figurabilidad a lo traumático irrepresentable, en este caso: el parricidio.

Difícilmente podamos abordar Star Wars como un mito en sentido estricto, sin embargo no deja de acariciar numerosos elementos míticos que se ponen en juego en relación a los personajes principales: Anakin (Darth Vader) y Luke.
Tampoco podremos tomar este film como un caso clínico, los protagonistas principales no son seres reales, pero de alguna manera personifican, como dice Lacan, “un drama que se presenta como una placa giratoria en la que se sitúa el deseo”

¿De qué se trata entonces el clímax argumental?
Star Wars presenta todo el tiempo la fantasía de la muerte del padre, más precisamente el asesinato del padre, que constituye, según Freud, junto con el deseo incestuoso, el más antiguo crimen que se repite en cada ser humano a lo largo de los tiempos y la cultura sin agotarse jamás.
El núcleo central de la narrativa cinematográfica de la saga está dado en el amor y en el odio de la cadena generacional; al igual que con Edipo el deseo de muerte no está centrado en un solo de los dos polos. En Edipo, antes del parricidio, aparece claramente la posibilidad de filicidio por parte de Layo, éste elige matar para sobrevivir a la imposición de la amenaza oracular. También Luke es ocultado de su padre, no en Corinto, sino en un planeta llamado Tatooine para escapar a una muerte segura. La posibilidad de que Luke fuera asesinado por Vader no arrojaba duda alguna, bajo su espada láser habían muerto la mayoría de los Jedis, hombres y niños sin distinción.

De padres e hijos…
Una encuesta reciente realizada en Internet, arrojó con un noventa y tres por ciento de los votos, que la batalla final entre Vader y Luke Skywalker fue la escena más importante de toda la saga. Acto paradigmático donde propone la conversión de Darth Vader al “buen camino” o su regreso al lado de “La Fuerza”.

El nacimiento de Anakin, fue un hecho enigmático ya que, según el testimonio de su madre fue procreado por obra de ella, sin intervención masculina.
Anakin es un niño sin padre en todo sentido, investido de un presagio brillante y a la vez terrible.

Cuando un niño nace es necesario que sea investido por el deseo materno que busca ver corporizado el falo faltante. Es por ello que en esta etapa, que Lacan nombra como primer tiempo del Edipo, el niño es deseo del deseo de la madre, no hay otra alternativa. El niño no es tanto sujeto como sujetado, resulta de este modo identificado con el fantástico falo materno. Si esto no cambia, el futuro de este será, en el mejor de los casos, desalentador.

Difícil camino para Anakin el de su origen. Una vida de esclavo en la realidad y en la subjetividad, hasta la aparición afortunada del Maestro Jedi Qui-Gon Jinn y su joven aprendiz Obi-Wan. El Jedi sospechó de las capacidades del niño, tenía unos niveles midi-clorianos extremadamente altos, de hecho los más elevados, aún más que el famoso maestro Yoda y se convenció de que él era el único que podría traer el equilibrio a «La Fuerza». Invitado a cambiar de vida y convertirse en Jedi abandona a su madre.

Enmarcado a la sujeción de la divinidad materna, la liberación de Anakin no es tal en la realidad, cada vez se entrampa más en el oráculo materno. Se sume poco a poco, como en los mitos, en lo inexorable del destino. Anakin es tentado por el lado oscuro a través de Palpatine, el terrible emperador Darth Sidious, un tirano que no es otra cosa, que el alter ego materno, amo absoluto gozador en que Anakin no puede operar más que como cautivo.

Anakin, como Hamlet, no se convierte al lado oscuro por el deseo por su madre, sino por el deseo de su madre.
Anakin Skywalker no puede más que doblegarse; renegando de lo único que lo podía cambiar de senda: su amada Padme; ya no tiene deseo.

Es así, que este adolescente atormentado, se convierte en el oscuro personaje Darth Vader, ejecutor de los designios de esa madre tiránica llamada Darth Sidious. Se desprende de lo antedicho la raigambre narcisita de este primer momento pre-edípico de la relación dual madre-hijo.
No será hasta el momento previo a su muerte a manos de su hijo donde Darth Vader vuelva a ser Anakin, retornando a «La fuerza».
No deja de ser paradójico que sea su hijo, pero en posición de padre, quien posibilite el cambio.
Un padre, en cuanto función, debe intervenir sobre varios planos.
El prohíbe a la madre, ante todo. Ese es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, es ahí que el padre está ligado a la ley de prohibición del incesto. Es él quien esta encargado de representar esta interdicción.
Es ese padre en cuanto imaginario, con quien siempre nos encontramos.
Toda dialéctica: la de la agresividad, la de la identificación, la de la idealización tiene que estar en relación a él, y no tiene necesariamente, relación alguna con el padre de la realidad.

Si lo llamamos imaginario, es también porque está integrado en la relación imaginaria que constituye el soporte psicológico de las relaciones con el semejante.
El padre es, entonces, alguien “nombrado” por la madre. Lacan llama a esto “Nombre-del-padre”, este pasaje implica la renuncia narcisista que impone la castración, ese alguien, en el caso en cuestión, es representado por su hijo Luke, no cualquiera, sino un Jedi, significante paterno que rompe la dualidad y permite definitivamente sacar a Anakin de la oscura opresión materna. Luke se convierte en el padre de Anakin para posibilitar la identificación plena con las insignias que debe portar un padre, en este caso, el de ser un Jedi.

El final de la sexta entrega, en orden lógico: «El regreso del Jedi», no deja de ser reveladora: en el firma mento Luke contempla el universo, con Obi-Wan, Yoda y con su padre Anakin Skywalker, ¿o su hijo?