Nota del diario EL PAIS 2

Los poseídos por sus otros yo

Es un transtorno tan poco común que generacontroversia. Algunos creen que lo que se ha expandido en cine y literatura es exagerado. Otros dicen que sí se ve.

GABRIELA VAZ

Cualquier cinéfilo o literato que se precie es capaz de describir, sin temor a equivocarse, un cuadro de personalidad múltiple. El argumento suele reiterarse: un personaje que se desdobla en dos "yo" completamente opuestos. A todas luces, la trama es fascinante: una persona seria, corriente y funcional convive, en un mismo cuerpo y sin saberlo, con un psicópata asesino serial. ¿Cómo no exprimir tal comportamiento una y otra vez para la ficción? Así, desde la pantalla y el papel se ha adoctrinado al público y lectores sobre una patología acerca de la que, en la realidad, hay múltiples controversias. Algunos expertos opinan que todo lo que se ha popularizado es, como mínimo, exagerado. Otros aseguran que hay casos reales tal como han sido descritos en las más extrañas películas, pero que son excepcionales, únicos. Y también están los que llegan, incluso, a dudar de su existencia.

POSEÍDOS. Cierto día, una muchacha de 18 años (que llamaremos "Laura") se presentó en la consulta del psicoanalista Jorge Bafico. "En la primera entrevista, comenzó a llorar muy angustiada, un llanto potente. Aún lo recuerdo nítidamente: cuando sacó las manos de la cara su expresión era otra. Me miró y me dijo que era el diablo, y que dejara ir a Laura. Se levantó y caminó por todo el consultorio, poseída. Comenzó a buscar algo. Estaba nerviosa, fuera de sí. Entonces vio un paraguas de la biblioteca. Me miró en forma desafiante. Fue hasta el paraguas y arremetió contra mí". El terapeuta cuenta que ese hecho (que relata más en detalle en su libro Casos locos) fue el primero y uno de los pocos cuadros que ha tratado de "personalidad múltiple".

Desde el punto de vista psiquiátrico, explica, se trata de un desorden disociativo crónico, en general causado por un suceso traumático, como un abuso sexual o físico en la infancia. "La mayoría de las personas que reciben ese diagnóstico son mujeres, casi el 90%", señala.

Para Bafico, esa conducta puede verse en distintas patologías, una de las cuales es la locura histérica, tal era el caso de Laura. Pero también puede aparecer en psicosis, básicamente en esquizofrenias, asegura el psicoanalista. "Una vez trabajé con una mujer que tenía tres personalidades, una de las cuales era un hombre. Un día ella llegó al consultorio vestida como un boxeador, de championes bota, un short, un canguro, y se llamaba por un nombre masculino", cuenta de una paciente esquizoide.

El mayor porcentaje de "personalidades múltiples", no obstante, se encuentra en histerias con características especiales. Y si bien se trata de un trastorno muy raro de ver, en él pueden encuadrarse muchos de los asistentes a iglesias pentecostales que, al igual que sucedía con Laura, se dicen poseídos por el demonio, opina Bafico.

FASCINACIÓN. Un problema a la hora de trabajar con estos pacientes es el deslumbramiento que generan, ya que se trata de una patología, nunca mejor dicho, cinematográfica. "Muchas veces ocurre que cuando se alienta al paciente a hablar de cada personalidad se alimenta el síntoma. Cuando uno se mete de lleno en el tema de las características de cada personalidad termina favoreciendo el enganche del paciente. Esto siempre pasa cuando hablamos de una estructura histérica de base. Por ejemplo, cuando Sybil comenzó el tratamiento con su psiquiatra tenía cuatro personalidades y en el transcurrir del mismo llegó a tener 16". Bafico se refiere al más famoso relato de un cuadro de personalidad múltiple, cuyo libro, escrito por la periodista Flora Rheta Schreiber, dio lugar a la película Sybil, de 1976. Sin embargo, el tema había llegado a Hollywood bastante antes, en 1957, con el film Las tres caras de Eva, también basado en hechos reales. Luego vendría una andanada de cintas que retomarían el tema hasta el hartazgo.

Quizá a raíz de tanta exposición fue que en la década del 80, luego de que el manual de psiquiatría DSM III lo oficializara como un trastorno, en Estados Unidos se hablara de "epidemia" de personalidades múltiples. En 1986 se habían diagnosticado 6.000 casos, cuenta Bafico.

Claro que sus características no tienen que corresponderse con lo que muestra el cine. Esa escena en la que una personalidad habla con la otra, cambiando actitud y tono de voz, es bastante difícil de presenciar, aunque quizá no imposible. Sí cambian su forma "de vestir, de pensar, de hablar. Lo que se ve en las películas no es muy diferente de lo que se ve en la clínica", asegura el psicoanalista.

DEFENSA. Para elaborar las distintas personalidades se necesita la mirada externa y un discurso. La primera alucinación de Laura, por ejemplo, era una sombra. Luego, de algún modo empujada por lo familiar, comenzó a darle una forma, un sentido, y la sombra se transformó en el diablo. Después, cuando en la iglesia adquirió una explicación ideológica de qué era el diablo, el síntoma se fortaleció, indica Bafico.

Como en la mayoría de los trastornos psiquiátricos, el cuadro es un mecanismo de defensa ante una realidad que la persona no puede enfrentar, como un abuso sexual cuando niño. "Tiene que ver con la historia del paciente. Siempre hay una infancia muy terrible. Es unamanifestación clínica muy compleja. Es la forma en la que el sujeto reacciona frente a circunstancias de la vida. Como alguien se vuelve obsesivo, fóbico, conversivo, o se deprime, otros desdoblan su personalidad. No es tan frecuente, pero pasa. Y si no se trata, puede convivirse con eso toda la vida".

El tratamiento consta siempre de terapia y, si el caso lo requiere, también medicación. Pero básicamente, de apostar a la palabra para que la persona comprenda el porqué de su síntoma, dice Bafico.

Y así extirpar al Mr. Hyde que muchos Dr. Jekyll llevan dentro.
Un síntoma de trastorno de memoria

La disociación es un mecanismo que todos experimentamos en algún momento. Según explican algunos manuales, es eso que sucede cuando alguien llega a un lugar pero no recuerda cómo, ni qué hizo en el camino, tan ocupada estaba su cabeza con preocupaciones y otros pensamientos. El tema es cuando esto se da a tal nivel que la persona pierde sensaciones de sí misma durante horas o días.

Por eso, para algunos especialistas lo que se llama "personalidad múltiple" no es otra cosa que un trastorno de memoria. "En el fondo, nosotros somos varios. Eso no es lo importante, sino que esas personalidades no tienen inferencia unas en otras. Mi `yo` no tiene recuerdos", explica el psiquiatra Gonzalo Valiño. "Hay amnesia: el `yo` principal no puede darte un relato de lo que ocurrió. Es un estado disociativo de conciencia. La psiquiatría los llamó `estados segundos`".

Para el médico, la personalidad múltiple es un síntoma de un trastorno de memoria. "Lo importante es que la persona no recuerda qué hizo en determinado momento. Luego, si en ese momento fue una bailarina o un oso polar es adjetivo. Podrá tener que ver con el simbolismo, una idea fija que está oculta. Y habrá que interpretar el simbolismo. Pero la idea central es que, desde el punto de vista de la realidad consciente, el `yo` sufre una fractura del tiempo. Hay una parte de mi historia que yo no poseo".

De todas formas, Valiño asegura que este tipo de cuadros es muy difícil de ver. "En la constelación de personalidades donde se pueden producir esos síntomas, ocurren más comúnmente otros, no este".

El médico afirma que los casos cinematográficos superan a los reales, y por ende hay poca experiencia. "El síntoma es espectacular para ser narrado. Es lo que aparece en la fantasía de cada uno de nosotros: el poder ser otro".
El mal de película

La lista de películas que tratan el tema de la personalidad múltiple parece inagotable. Estas son sólo algunas:

Mente siniestra, con Robert DeNiro y Dakota Fanning. (2004)

El club de la pelea, con Edward Norton y Brad Pitt. (1999)

La ventana secreta, con Johnny Depp y John Turturro. (2004)

Mr. Brooks, con Kevin Costner y Demi Moore. (2007)

La raíz del miedo, con Edward Norton y Richard Gere. (1995).

Psicosis, con Anthony Perkins (1960)

Nota del diario EL PAIS

Ayer inquieto, hoy dopado

Jorge Bafico cuestiona los diagnósticos de Déficit Atencional con Hiperactividad y el exceso de metilfedinato que se receta, dadas las cantidades que se importan.

Una sentencia del Tribunal de Familia del 24 de abril de 2009 obligó al Ministerio de Salud Pública a ejercer más control sobre el metilfedinato, droga conocida comercialmente como Ritalina que se receta exclusivamente para el tratamiento del Déficit Atencional con Hiperactividad. Según consta en la resolución, mientras que en el mundo el 5% de los niños sufren de este trastorno, en Uruguay el porcentaje se elevaría al 30%. Paralelamente, las cifras de importaciones indican que entre 2001 y 2007 se multiplicó por 18 el ingreso al país de metilfedinato; pasando de 900 gramos en 2001 a 17.000 en 2007.

La información está recogida en un libro del psicoanalista Jorge Bafico y es el punto de partida de su análisis: "Si esto es cierto, Uruguay sufre una epidemia de proporciones verdaderamente estremecedoras", afirma el psicólogo en Lo Cotidiano (Psicolibros), publicación que se editará el mes próximo.

¿atajo? Lo que preocupa a Bafico es corroborar si de verdad se trata de una pandemia o de la consecuencia de diagnósticos erróneos.

"Tenemos un niño inquieto y pensamos que tiene déficit atencional. Mediquémoslo y olvidémosnos de lo que le pasa", señala el psicoanalista. "Lo importante es que más allá de la psicopatología del niño (que la tiene, eso no está en duda), hay que pensar cuáles son las causas, qué es lo que el pequeño está diciendo con eso. Muchas veces lo que se ve es que detrás de la hiperactividad hay otra cosa que tiene que ver con la denuncia de un problema. Si nosotros logramos abordar el conflicto, quizás podamos terminar con la hiperactividad", agrega. El problema se aborda en psicoterapia o, en palabras de Bafico: "dejando que despliegue su demanda y sufrimiento diciendo qué es lo que le está pasando".

El psicólogo aclara que no es contrario a la medicación, pero considera que primero se debe descartar que no se trate de un problema a nivel emocional.

Para ilustrarlo, Bafico cita en su libro un caso argentino, publicado en el diario Página 12 por la psicóloga Marta Davidovich, que narra la historia de un niño de siete años que tenía problemas de aprendizaje en la escuela. El pequeño había llegado a la consulta con un diagnóstico de Déficit Atencional realizado por el psicólogo escolar y con una indicación pediátrica de administrar Ritalina. Durante la dinámica terapéutica el niño dijo algo que indujo a Davidovich a pensar que se trataba de un niño adoptado. Efectivamente lo era.

"El niño lo sabe", le comunicó a los angustiados padres. "Él se hizo cómplice inconsciente. Nadie debe saberlo. Él tampoco debe saber. Para no saber, no debe aprender", señaló. Para "arreglar" la situación, les sugirió a los padres que le contaran la verdadera historia. Proceso terapéutico mediante, el niño superó los obstáculos de aprendizaje y cambió de actitud.

Con este ejemplo Bafico pretende demostrar la necesidad de buscar los por qué antes de medicar a un pequeño. "El déficit atencional es como un malestar general que hace que el niño no se sienta bien en ningún lado. A veces, el embarazo de una madre, una mudanza, una pérdida, el cambio de colegio provoca trastornos en la conducta. Entonces creo que hay que pensar por qué le pasa eso", explica, y deja caer un concepto polémico vinculado al ejemplo anterior: "Los niños adoptados siempre saben, aunque inconscientemente".

Ahora, ¿el aumento en la medicación es un problema de padres y médicos o los niños de hoy son más inquietos? "Los que trabajan en la clínica no tienen dudas: en los últimos años se ve un cambio en las manifestaciones sintomáticas, aunque las estructuras de la personalidad siguen siendo las mismas", señala el experto.

Mientras que a principio de siglo los problemas estaban vinculados con la represión sexual, ahora la mayoría llega al diván con patologías del acto. Esto es, impulsiones, adicciones, anorexias, y en lo niños, problemas de conducta. En opinión de Bafico, las causas de este fenómeno hay que buscarlas en el debilitamiento de la función paterna: mientras en el pasado bastaba una mirada para imponer autoridad, hoy se apela a la negociación. "¿Qué es lo que pasa entonces? El niño tiene una cuestión pulsional que necesita un límite que no aparece. Eso genera problemas", explica.

Si el "problema" se asume como trastorno y se medica, dice el psicólogo, "se ignora lo que para mí es más importante y con lo que yo trabajo: la singularidad y la historia del sujeto".

"En este punto me parece que tenemos que tener mucho cuidado cuando hablamos de Déficit Atencional porque realmente me cuesta creer que haya un 30% de niños uruguayos diagnosticados cuando en el mundo la media es del 5%", finaliza el terapeuta.
Las cifras

18 Son las veces en las que se multiplicó la importación de metilfedinato (Ritalina) en Uruguay, entre el año 2001 y 2007.

900 Eran los gramos anuales de metilfedintato que se importaban en 2001. En 2007 ingresaron casi 17.000 gramos, dice Bafico.
Pinceladas de un futuro libro

"La Ritalina es el nombre comercial de un compuesto derivado de la familia de las anfetaminas: el metilfenidato... es un estimulante del Sistema Nervioso Central".

"Desde lo empírico se comprueba que sus efectos farmacológicos son muy similares a la metanfetamina o la cocaína: aumenta la capacidad de atención, genera una sensación de euforia, incrementa los niveles de energía a corto plazo y permite una concentración mayor. Sin embargo, la Ritalina controla la hiperactividad durante un tiempo (entre dos a cuatro horas) pero no lo logra a largo plazo".

"Cuando se medica con Ritalina a un niño diagnosticado con un Trastorno por Déficit Atencional, con o sin Hiperactividad, conviene preguntarse qué es lo que se está medicando".

"El metilfenidato puede producir un doble silenciamiento. Por un lado en el niño, ya que su demanda se agota en la administración de pastillas. Y por otro el de los padres, ya que permanecen en una posición de no saber respecto de todo aquello que los implica en la problemática de su hijo".

"En dosis bajas, no parece crear una adicción tan intensa como la cocaína, pero en dosis más altas sus efectos pueden ser similares".

"No se trata de una postura contra la medicación, es claro que muchas veces es necesaria, cuando no imprescindible. El problema es que corremos el riesgo de la cronificación de la medicación como respuesta".
Síntomas de una niñez patológica

La psiquiatría estadounidense definió por primera vez el Trastorno por Déficit de Atención en 1980, en el Manual de Diagnóstico y Estadística III (DSM-III). No obstante, las primeras descripciones datan de 1902, bajo la denominación Defectos en el Control Moral.

En las versiones más modernas del Manual (DSM IV, año 2005), el nombre se adaptó a Trastorno por Déficit de la Atención con Hiperactividad y se describe acompañado de la siguiente sintomatología: no prestar atención suficiente a los detalles o incurrir en errores por descuido en las tareas escolares, en el trabajo o en otras actividades. Tener dificultades para mantener la atención en tareas lúdicas, dar la sensación de que no escucha cuando se le habla directamente, no seguir instrucciones, no finalizar tareas escolares, y tener dificultades para organizar tareas y actividades.

Quien sufre de este trastorno evita, le disgusta o es renuente a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido, extravía objetos necesarios para las tareas o actividades y se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes. También mueve en exceso manos o pies, abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado, corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo, tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio, habla en exceso, precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas, tiene dificultades para guardar turno, interrumpe o se mete en actividades de otros.

Para el psicoanalista Jorge Bafico, el modo en que la psiquiatría observa los patrones de conducta "puede llevarnos a pensar en una verdadera pandemia, ya que muchísimos niños poseerían estas características".

Sobre “El secreto de sus ojos”

“No quiero dejar pasar todo de nuevo. ¿Cómo puede ser que no haga nada? Hace veinticinco años que me pregunto y hace veinticinco años que me contesto lo mismo. Dejá, fue otra vida, dejá, no preguntes, no pienses. No fue otra vida, fue ésta. ¿Cómo se hace para vivir una vida vacía, llena de nada?” (Película “EL secreto de sus ojos”)

¿Por qué somos tan complejos los seres humanos? Todos sabemos lo que está bien o lo que está mal, sin embargo nuestras decisiones no siempre van en dirección correcta.
Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, introdujo la respuesta al plantear que no somos dueños de nuestras motivaciones, y obramos en función de designios ignorados. Esta afirmación freudiana aparece como la última gran herida al narcisismo de la humanidad. La primera tiene que ver con el descubrimiento que nuestro planeta no es el centro del sistema solar y la segunda se desprende del aporte de Charles Darwin en relación a que no somos descendientes de Dios sino del mono.
Benjamín Espósito, el protagonista brillantemente interpretado por Ricardo Darín en “El secreto de sus ojos” es una muestra de la complejidad humana: sabe lo que tiene que hacer, declarar su amor a Irene. Sin embargo, tiene que esperar por más de dos décadas para hacerlo.
Esposito demuestra ser durante toda su vida ser un individuo que no se arriesga, que parece muerto en lo que a su deseo se refiere. En términos psicoanalíticos es un obsesivo.
Benjamín Espósito ama a Irene profundamente, sin embargo no puede manifestarlo. No porque ella lo rechace, sino simplemente porque no puede. Se limita a procastinar, a dejar para más adelante la solución del problema; en este caso decir lo que siente.
Parecería que Benjamín necesita mantener a su objeto de amor a distancia; como todo obsesivo posterga siempre el acto que lo aguarda. La economía obsesiva: rehuir del deseo y anularlo tanto como sea posible. En este terreno, el obsesivo siempre da lo mejor de sí mismo, paradójicamente, a la vez todo y nada, en el sentido de que puede sacrificar todo al mismo tiempo en la medida que no pierde nada.

La estrategia de Espósito como un buen obsesivo es la de mantener el objeto de amor a distancia para poder desearlo, siempre en la medida que sea imposible.
Esta es una manera de entender el porqué el no asume una respuesta a los permanentes reclamos amorosos de Irene.
Benjamín sufre, porque está afectado no sólo en su cotidianidad sino en las posibilidades de sostener proyectos que lo acerquen a la realización de sus propios ideales. Entrampado en una serie inacabable de cavilaciones, bordea, sin poder tomar decisiones en ningún sentido.
Sin embargo, Espósito se revela decidido y eficiente en su trabajo en el juzgado. La razón aparece como sencilla: en el trabajo está “tercerizado”, él representa a la ley y a la justicia pero no lo es, no hay cuestionamiento sobre lo que hace ya que lo que hace tiene que ver con su función.
En cambio, en su vida afectiva él no representa a nadie, él necesariamente debe responder por sí mismo. No hay “como si”. El deseo, ahora sí, aparece como un imposible.
Paradoja del obsesivo: máximo riesgo en el trabajo, cero riesgo en su vida afectiva.
Benjamín Espósito no deja de ser un ejemplo claro de la c

Un encuentro imprevisto con lo cotidiano

Un encuentro imprevisto con lo cotidiano



Una otoñal tarde, Julia recibe un llamado inesperado, no por el llamador sino por la hora:

“-Hola Julia.
-Javier, son las tres de la mañana, ¿qué te pasó?
-Nada, tengo que hablar urgente contigo.
-¿Te pasó algo?
-No puedo hablar por teléfono, ¿nos podemos ver mañana temprano?
-Bueno, sí. ¿En mi casa?
-No, no se puede, podría ser peligroso. Mejor en el Bar X, a las nueve y media”.

El enigmático mensaje dejó perpleja a Julia, que ya no pudo dormir por el resto de la noche. ¿Qué le pasaba a su amigo?
Lo conocía bien desde hacía mucho tiempo y nunca se había mostrado misterioso, siempre sustentaba una tranquilidad pasmosa y sin sobresaltos. Apenas algunas veces, en todos esos años, se presentó como confundido. Siempre por el mismo tema: su amor eterno, pero inconstante, por ella.
Un amor cíclico que asomaba a veces, relampagueante y ardoroso, y que arremetía sin pausa contra ella: en mensajes, en grafitis, en apasionadas cartas, hasta en pasacalles. Pero duraban lo que una tormenta tropical, un pequeño lapso de tiempo, apenas para generarle algún sobresalto con su marido.
Si alguna capacidad tenía Julia era la de desligarse de una situación sin provocar grandes calamidades en su entorno. Había convivido con este “problema” por años sin que le erosionara su relación con su amigo y, fundamentalmente, con su esposo.
Sin embargo, ahora, Javier estaba mal y quería hablar con ella, ¿guardaría relación con esto?

Julia se encontró en el Bar X con un hombre que no parecía Javier. Estaba frente a un ser atormentado por un miedo que calaba su vivir y lo convertía en alguien foráneo para ella. Había eclosionado en un delirio de persecución que no le daba respiro. Unos vecinos eran la fuente de su desdicha, se “habían apropiado de su casa y de su vida”, micrófonos ocultos, gente que lo espiaba y otras cuestiones alimentaban su delirio que persistía reciamente.
La historia concluyó con la internación de su amigo en un sanatorio psiquiátrico y un diagnóstico de “Trastorno delirante de tipo persecutorio”.

Julia se preguntaba una y mil veces si tenía algo que ver con el ocaso psiquiátrico de Javier. Todo le hacía pensar que no, pero había algo, un pequeño indicio, que se colaba en sus pensamientos en forma forzada y de alguna manera le daba una respuesta: la última conversación entre ellos antes de la fatal llamada.
Julia, luego de convivir con el enamoramiento de su amigo por años, arriesgó una respuesta casi a modo de interpretación salvaje. Le planteó la posibilidad de que en realidad, quizás, él se escondiera en una fantasía amorosa hacía ella, por otra cosa que pudiera esconder. Pero que para ella no dejaba de asomarse como una pregunta insistente en los últimos meses: la homosexualidad.

No le conocía novia en todos estos años, y lo que es peor –al menos para ella- es que tampoco había escuchado, por parte de su amigo, comentarios sobre alguna mujer. Por tanto no podía ser descabellado suponer que él pudiera ser homosexual y se guareciera en su amor no correspondido como forma de justificación.
Tal fue la pregunta arropada en forma de sentencia que Julia le lanzó a Javier, y lo dejó sin respuesta, hasta el llamado telefónico a las tres de la mañana.

Julien plantea que no hay una psicogénesis de la psicosis. ¿Tiene la psicosis una prehistoria como en la neurosis? Aparentemente, nada se parece tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología pre-psicótica”.
Sin embargo a veces algunos sujetos pre-psicóticos, entendiendo a los mismos como aquellos que aún no manifestaron una descompensación delirante, estallan en un delirio que sorprende y deja al “pre” sin sentido.
Aquel a quien se llama pre-psicótico no es reconocible como tal, en lo cotidiano. Al parecer, se comporta co¬mo todo el mundo, socialmente hablando, se las arregla bas¬tante bien para abrirse camino. ¿De qué manera? “Median¬te una serie de identificaciones puramente conformistas con personajes que le darán la idea de lo que es preciso hacer pa¬ra ser un hombre o lo que es preciso hacer para ser una mujer”.
Javier funcionó en su papel de “hombre” por años, encapsulado imaginariamente. Así, por intermedio de una imitación, de un engan¬che a la imagen del semejante que le servía de mu¬leta, pudo vivir sin que se manifestara una psico¬sis clínica. Vivió “en su capullo, como una polilla” .
La sorpresa que implica su eclosión delirante, podría suponer examinarlo desde una psicogénesis, es decir el querer “compren¬derlo” a partir de una significación a tal o cual ante¬cedente, pero no se trata de eso, sino de una reconstrucción en el apres-coup. Siempre es en este sentido. Con Javier sólo podemos pensar su desencadenamiento a partir de la propia irrupción de su delirio y las marcas que va a producir en el futuro, no antes.

Lo que es evidente, y en ese punto no hay posibilidad de escape, es que toda eclosión de una psicosis es desencadenada por un acontecimiento fortuito, como encuentro con lo real. Esta intrusión se origina en el orden de la vida misma. Es imposible de prever y provoca un destrozo en las significaciones adquiridas que sirvieron de cobertor imaginario hasta el momento.
Julia sin saberlo, y sin quererlo, tocó lo más sagrado de ese sujeto, en cuanto a su cobertura imaginara, en la cual ella participaba sin saberlo. Una nueva verdad es introducida (la posibilidad de la homosexualidad) y sobrepasa el saber que respondía hasta el momento. Se rompe así la coincidencia del saber-verdad que existía hasta el momento.
Con la nueva verdad, introducida por la pregunta de Julia, el saber falta y la pregunta queda sin respuesta.
El encuentro de esta pregunta que lo interpela desde un lugar que no puede responder, genera necesariamente un movimiento irrefrenable.

Ahora: ¿una conversación puede desencadenar un delirio? No necesariamente, pero sí bajo determinadas condiciones. Para que una psicosis se declare clínicamente, como en el caso de Javier, se requiere la coincidencia de dos “caídas”, el encuentro fortuito de dos elisiones: una situada a nivel de lo imaginario y la otra a nivel de lo simbólico.

La elisión en lo imaginario
La relación en espejo según la imagen puede sostener al sujeto a lo largo de su vida, salvo el día que deje de lograrlo.
Cuando eso pasa, el modelo de las significaciones que proporcionan los otros ya no alcanzan.

Cuando lo especular ya no sostiene, necesariamente se debe pasar del otro al Otro, del apoyo especular al apoyo de la palabra, necesariamente ese pasaje requiere que en el Otro, lugar de los significantes, se inscriban para el sujeto los significantes fundamentales, particularmente el Nombre-del-Padre. Así, el sujeto podrá cortar el lazo con lo especular para introducirse en el terreno de la ley del significante como único apoyo.

La elisión en lo simbólico
Cuando el lazo en lo imaginario, que es el único sostén en la pre-psicosis falla, se le agrega una segunda elisión en el terreno de lo simbólico. El llamado a un significante primordial situado en el Otro, no es recibido por el sujeto por la ausencia de ape¬lación al Nombre-del-Padre, ya que está abolido, forcluido. Por tanto, se produce una doble elisión y el equilibrio se despedaza y deja de funcionar; la identificación según la imagen deja al sujeto en la incertidumbre y el desasosiego, ya que no hay red simbólica que amortigüe.
Javier, bajo esa verdad que lo toca del comentario de Julia no puede responder, no hay Otro al que apele al no haber un significante que responda; un vacío insoportable se abre en el orden simbólico y arroja al sujeto al goce del Otro.

A partir de ese agujero único no va a tardar en generarse un enigma que produzca temprana o tardíamente el desencadenamiento de la palabra, es a través del delirio persecutorio que Javier intentará responder a ese agujero insoportable.
El enigma producido va a cuestionar la relación del significante con el significado, ya que se trata de una ruptura de articulación entre ambos.
¿Qué es el enigma? Algo que es reconocido en el campo del significante, que significa algo es evidente, pero eso no puede ser enunciado, queda velado. Ese vacío no es absoluto, es un agujero que se produce en el lugar donde se espera una significación. Esto Lacan lo designa como “significación de significación”, es la pura intencionalidad del significante.
En Javier, la relación no se establece, no hay significación que despliegue sus espejismos, sino el camino que le queda es únicamente el del delirio.

Star Wars o Tras los pasos de Edipo

Quién de mi generación no se encontró en su niñez inmerso en ese universo particular de aquellos viejos cines: Trocadero, Censa, Plaza, embelesado con la trilogía de Star Wars.
Star Wars ha sido el mayor fenómeno económico y socio-cultural de la historia cinematográfica. Millones de espectadores, legiones de fanáticos y un negocio sideral, datos no menores que de alguna forma deja al descubierto un enigma: ¿por qué tanto éxito?

Seguramente el fuerte de este fenómeno no esté en su calidad artística (unánimemente cuestionada), sino en la estructura de ficción que esta saga propone; algo de la trama bordea inexorablemente eso que Freud inmortalizó como mito de Edipo. Esta doble trilogía no es más que una de las múltiples versiones que lo nombran, de aquello que en el hombre se presenta como inenarrable.

Freud fue reservado con respecto al mito de Edipo, lo describió como una conjetura para poder establecer un origen consistente en una pantalla de orden imaginario que rescata al sujeto del mundo pulsional.
Esta doble trilogía se eleva para dar consistencia a un intento de dar figurabilidad a lo traumático irrepresentable, en este caso: el parricidio.

Difícilmente podamos abordar Star Wars como un mito en sentido estricto, sin embargo no deja de acariciar numerosos elementos míticos que se ponen en juego en relación a los personajes principales: Anakin (Darth Vader) y Luke.
Tampoco podremos tomar este film como un caso clínico, los protagonistas principales no son seres reales, pero de alguna manera personifican, como dice Lacan, “un drama que se presenta como una placa giratoria en la que se sitúa el deseo”

¿De qué se trata entonces el clímax argumental?
Star Wars presenta todo el tiempo la fantasía de la muerte del padre, más precisamente el asesinato del padre, que constituye, según Freud, junto con el deseo incestuoso, el más antiguo crimen que se repite en cada ser humano a lo largo de los tiempos y la cultura sin agotarse jamás.
El núcleo central de la narrativa cinematográfica de la saga está dado en el amor y en el odio de la cadena generacional; al igual que con Edipo el deseo de muerte no está centrado en un solo de los dos polos. En Edipo, antes del parricidio, aparece claramente la posibilidad de filicidio por parte de Layo, éste elige matar para sobrevivir a la imposición de la amenaza oracular. También Luke es ocultado de su padre, no en Corinto, sino en un planeta llamado Tatooine para escapar a una muerte segura. La posibilidad de que Luke fuera asesinado por Vader no arrojaba duda alguna, bajo su espada láser habían muerto la mayoría de los Jedis, hombres y niños sin distinción.

De padres e hijos…
Una encuesta reciente realizada en Internet, arrojó con un noventa y tres por ciento de los votos, que la batalla final entre Vader y Luke Skywalker fue la escena más importante de toda la saga. Acto paradigmático donde propone la conversión de Darth Vader al “buen camino” o su regreso al lado de “La Fuerza”.

El nacimiento de Anakin, fue un hecho enigmático ya que, según el testimonio de su madre fue procreado por obra de ella, sin intervención masculina.
Anakin es un niño sin padre en todo sentido, investido de un presagio brillante y a la vez terrible.

Cuando un niño nace es necesario que sea investido por el deseo materno que busca ver corporizado el falo faltante. Es por ello que en esta etapa, que Lacan nombra como primer tiempo del Edipo, el niño es deseo del deseo de la madre, no hay otra alternativa. El niño no es tanto sujeto como sujetado, resulta de este modo identificado con el fantástico falo materno. Si esto no cambia, el futuro de este será, en el mejor de los casos, desalentador.

Difícil camino para Anakin el de su origen. Una vida de esclavo en la realidad y en la subjetividad, hasta la aparición afortunada del Maestro Jedi Qui-Gon Jinn y su joven aprendiz Obi-Wan. El Jedi sospechó de las capacidades del niño, tenía unos niveles midi-clorianos extremadamente altos, de hecho los más elevados, aún más que el famoso maestro Yoda y se convenció de que él era el único que podría traer el equilibrio a «La Fuerza». Invitado a cambiar de vida y convertirse en Jedi abandona a su madre.

Enmarcado a la sujeción de la divinidad materna, la liberación de Anakin no es tal en la realidad, cada vez se entrampa más en el oráculo materno. Se sume poco a poco, como en los mitos, en lo inexorable del destino. Anakin es tentado por el lado oscuro a través de Palpatine, el terrible emperador Darth Sidious, un tirano que no es otra cosa, que el alter ego materno, amo absoluto gozador en que Anakin no puede operar más que como cautivo.

Anakin, como Hamlet, no se convierte al lado oscuro por el deseo por su madre, sino por el deseo de su madre.
Anakin Skywalker no puede más que doblegarse; renegando de lo único que lo podía cambiar de senda: su amada Padme; ya no tiene deseo.

Es así, que este adolescente atormentado, se convierte en el oscuro personaje Darth Vader, ejecutor de los designios de esa madre tiránica llamada Darth Sidious. Se desprende de lo antedicho la raigambre narcisita de este primer momento pre-edípico de la relación dual madre-hijo.
No será hasta el momento previo a su muerte a manos de su hijo donde Darth Vader vuelva a ser Anakin, retornando a «La fuerza».
No deja de ser paradójico que sea su hijo, pero en posición de padre, quien posibilite el cambio.
Un padre, en cuanto función, debe intervenir sobre varios planos.
El prohíbe a la madre, ante todo. Ese es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, es ahí que el padre está ligado a la ley de prohibición del incesto. Es él quien esta encargado de representar esta interdicción.
Es ese padre en cuanto imaginario, con quien siempre nos encontramos.
Toda dialéctica: la de la agresividad, la de la identificación, la de la idealización tiene que estar en relación a él, y no tiene necesariamente, relación alguna con el padre de la realidad.

Si lo llamamos imaginario, es también porque está integrado en la relación imaginaria que constituye el soporte psicológico de las relaciones con el semejante.
El padre es, entonces, alguien “nombrado” por la madre. Lacan llama a esto “Nombre-del-padre”, este pasaje implica la renuncia narcisista que impone la castración, ese alguien, en el caso en cuestión, es representado por su hijo Luke, no cualquiera, sino un Jedi, significante paterno que rompe la dualidad y permite definitivamente sacar a Anakin de la oscura opresión materna. Luke se convierte en el padre de Anakin para posibilitar la identificación plena con las insignias que debe portar un padre, en este caso, el de ser un Jedi.

El final de la sexta entrega, en orden lógico: «El regreso del Jedi», no deja de ser reveladora: en el firma mento Luke contempla el universo, con Obi-Wan, Yoda y con su padre Anakin Skywalker, ¿o su hijo?

El errabundo más centrado del mundo

El errabundo más centrado del mundo


“Lacan solía referir que alguna vez había curado a algún psicótico pero que no podía decir cómo ni porqué.”
Françoise Davoine



La hora de análisis de Pedro es siempre la misma desde hace años. Invariable. Persistente a lo largo del tiempo, como él, que se mantiene inalterable.
Su ropa se asemeja a un uniforme que lo caracteriza y que parece formar parte de su cuerpo: una camisa raída que en algún momento fue celeste, y una corbata bicolor que en otras épocas debe haber disfrutado de una nobleza, hoy, ya extinta.
El atuendo concluía con unos jeans gastados y maltratados por lo cotidiano, y unos zapatos de color marrón agrietado que estaban más cerca de la jubilación que de cumplir funciones.
Pedro, elefantino y extraño, tenía una forma de hablar parlanchina y chillona, que acompañada por movimientos incoherentes de sus brazos, hacían de cualquier acontecimiento un espectáculo extravagante.
Su cara oscilaba entre el gesto de la desesperación y una alegría vacía, que se alternaban sin matices y sin sombras.
Una valija llena de revistas y libros de diversos tiempos atestiguaban, de alguna manera, su paso por la vida y oficiaban de vestigios de una historia casi inexistente.

Su aspecto atemporal podría provocar envidia. Sólo algunos sujetos tienen la capacidad de ser casi inmortales, el psicoanalista Jean-Max Gaudilliére lo comentaba a propósito de algunos pacientes del Hospital Paul Guiraud en Francia, que estaban como detenidos en el tiempo y en su envejecimiento.
El tiempo se detiene en ellos porque no hay significantes que los representen. Pedro es uno de esos sujetos.

Invariable y atemporal, lo cotidiano no parece afectar su vida, que, sin embargo, no aparece como monótona.
Pedro habla del pasado y del presente como si fuera lo mismo, quedando en el que escucha la posibilidad de poder diferenciarlos.
Subsistía, percibido por su entorno, como un personaje que no dejaba, en el mejor de los casos, de ser simpático. Un “loco” lindo de esos que habitan nuestro Montevideo, que confluyen y conviven en cada barrio, pero que no generan la hostilidad que produce la diferencia.
Pedro era por tanto un “loco” adaptado a los parámetros sociales, un pre-psicótico donde su locura (delirios-alucinaciones) no había fluido en forma alarmante.

¿Por qué viene Pedro?
¿Quién es Pedro?

Controversias

El psicoanálisis, por ser una clínica estructural y estar constituida en la transferencia, permite hablar de psicosis , incluso en ausencia de fenómenos tangibles como el delirio y las alucinaciones. El “loco”, por tanto, puede no serlo desde lo manifiesto.
Menudo problema el que se nos plantea la locura cuando no irrumpe y aporrea la realidad.
¿Qué es lo que lo hace “loco”, cuando la realidad concreta no lo “certifica”?
La manifestación impalpable de la locura no deja de ser una complicación en la clínica en general, ya que la psicosis cuando aún no se ha desencadenado, muchas veces, se confunde y es tratada como otra cosa. Ya lo decía Lacan: “traten a un pre-sicótico como un neurótico y obtendrán un psicótico”
Este era el caso de Pedro, medicado durante años como un fóbico grave se había convertido en un adicto al Aceprax, un ansiolítico benzodiazepínico, que entre sus efectos secundarios ocasiona una gran adicción.
No solamente estaba medicado como un neurótico, sus palabras también eran recibidas de tal forma por el mundo psiquiátrico, su “locura” contenida en chorros de palabras desunidas consistían igualmente para los psiquiatras en forma de fobia.
La confusión, seguramente, tenía que ver con un componente que aparecía en su discurso: el miedo.
El miedo es un complemento ineludible de la fobia, y Pedro tenía miedo, de todo, de todos, sin embargo no era la clase de miedo que predomina en esta forma de neurosis. El miedo del fóbico gira en el entrampado de lo imaginario, en cambio en Pedro tenía otro estatuto.
Pedro se había enmascarado en una adicción fóbica, pero que lo contenía. Uno no puede menos que pensar que una pequeña adhesión a la benzodiazepina es preferible a un ambular psiquiátrico hospitalario.
Dejemos en suspenso por un momento la historia de Pedro para hacer algunas disquisiciones necesarias.

El hombre que se bastaba a sí mismo (pero con los otros)
Pedro había pasado la mayor parte de su vida en diferentes tratamientos antes de comenzar su análisis: terapias de grupo, conductismo, psicoterapia focal, diferentes tratamientos psiquiátricos, todos con un mismo fin: hablar. Se supone que hablar de lo que le pasaba, pero eso era el problema: ¿qué le pasaba? Sencilla y absolutamente nada.
Un discurso errático y vacío lo acompañaba. Un murmullo de palabras inconexas que no precisaban, necesariamente, de un puerto donde recalar.
Su lenguaje estaba oscurecido de significación, en la medida en que aparecían alteraciones, ya sea de la secuencia gramatical, como de las fracturas en las relaciones de causalidad que afectaban también la dimensión temporal.
Esta presentación errante que ofrecía podría parecer algo muy bizarro, pero en su conjunto generaba una presencia. Había un cierto “estilo” en su decir y en su hacer.

Con relación a la transferencia, no aparecía nada en el orden de la demanda, ni en el orden de la provocación o de la queja. El análisis se manifestaba como un recorrido más, otro camino posible de los múltiples caminos transitados por Pedro, donde todas los caminos eran caminos en sí mismos, no había un “norte” en su accionar.
Nada hace marca –como un cartel de señalización-, para él cualquier camino y cualquier dirección son posibles. Lo que aparece claramente es que no hay un mundo de significaciones que se hallen organizados alrededor de una unidad de medida posible .
Esta errancia, de alguna manera, marca el entramado singular y específico de su psicosis.

Frente a todo su “mundo organizado”, pero paradójicamente sin significación, aparecen concomitantemente ciertas “briznas” paranoicas, cierta anticipación de sentido que se produce al escuchar al otro y funciona en Pedro independientemente de la puntuación, lo cual lo conduce a insertar significaciones personales. En esos momentos el sentido lo desborda, no sólo en la escucha, sino en el conjunto del campo de su realidad.
Sin embargo, puede convivir en esta armonía paranoica mientras los perseguidores “no lo acosen”.
Resumiendo: una vida tranquilamente bizarra, con retozos de paranoia sin eclosión manifiesta.

En la paranoia, por ejemplo, es posible de alguna manera que quien eclosiona en un delirio se reordene de un nuevo modo que le permita reconstruir el mundo. Esto, psiquiátricamente se conoce como la constitución de un delirio sistematizado, que la experiencia clínica demuestra que encuadra al paranoico y le permite la posibilidad de reubicación. Es decir: un sujeto y un objeto bien diferenciados.
En Pedro pasa otra cosa: no aparece la referencia de un discurso que lo represente, en tanto que la relación del sujeto con el cuerpo de lo simbólico deja como saldo un sujeto desmembrado y disperso en una multitud de otros, donde las fronteras excesivamente permeables del yo no lo contienen. Si algo es pensable como una demanda de análisis tiene que ver con esto.

Pedro se queda a mitad de camino, sólo fijado a los significantes en sí mismos, los que no se concatenan en un orden, y no pueden por lo tanto producir una significación posterior.

Cae la máscara, aparece el rostro psicótico

Pedro oscilaba entre su errancia y vestigios de los ecos violentos que lo acosaban: a veces hablaban de él en forma injuriosa, lo envidiaban, lo vigilaban. Estas manifestaciones duraban poco tiempo y convivían con él sin ocasionarle ningún problema ya que tenía un espacio donde desplegarlo: la serie interminable de terapias por las que circuló toda su vida. Lugares que servían como diques de contención a la eclosión de su delirio y permitían que pudiera llevar una vida “normal”.

En ese itinerario errabundo de sus cambios de psiquiatras, recaló en uno bueno, en uno de esos que en una mirada clínica descubre la hondura del conflicto. Pedro, hasta ese momento, había sido medicado como no-psicótico: ansiolíticos varios eran su dieta farmacológica.
El psiquiatra perspicaz lo medicó como correspondía a su estructura: como un psicótico.
¿Cuál fue el resultado de esta medicación? Una eclosión terrible y feroz de un delirio paranoico, que finalmente determinó una internación psiquiátrica.
Ideas delirantes de persecución en torno a compañeros de trabajo que querían hacerlo renunciar eran el motor de su locura.
La medicación de manera paradójica había actuado eficazmente (eso pasa con los psicóticos) pero de forma adversa para Pedro, lo había desenmascarado en su patología. Los antipsicóticos habían robustecido su “costado” paranoico de tal forma que lo habían hecho consistir en un delirio que daba sentido, ahora sí, a su vida.
Su mundo ahora tenía una significación, su universo significante se había reordenado para él, adquiriendo un sentido nuevo, donde una violencia feroz estaba presente en sus compañeros.

¿Cómo salir del yerro?

Por suerte Pedro contaba con un psiquiatra que además de ser sagaz, poseía una condición casi inexistente en el mundo psíquico: era humilde y sabía reconocer sus errores. Sabiamente se dio cuenta de que necesitaba seguir siendo un fóbico adicto a las benzodiazepinas y no un reivindicador laboral, por lo que suprimió la medicación psicótica y reforzó la ansiolítica.
Como por arte de magia el paciente volvió a su camino sin marcas y señales que le indicaran por dónde ir, apenas con las pocas balizas que el análisis y sus rutinas le ofrecían.
Nuevamente la errancia “ordenada” coloreó su vida y le concedió un sin-sentido protector.
Que el mundo no se vuelva un caos de violencia, ésa es la apuesta de la cura. Quién lo hubiera presumido al inicio, cuando Pedro parecía más cercano a la hebefrenia bizarra que a un Schreber . Pero Pedro nos enseña -porque el psicótico nos enseña todo el tiempo- que la locura, en este caso en forma de errancia, también puede ser una buena herramienta para soportar algo que puede ser peor para el sujeto. Y en ese camino el analista no puede quedar a un lado.
El problema que plantea el psicótico es el del saber , cuando el saber surge para el psicótico, cuando le salta a la vista, se le impone como certeza. Y ése no es un saber supuesto, sino un saber que se impone al sujeto en forma de delirio.

En el prefacio de su libro “Un antropólogo en Marte” , Oliver Sacks describe “... hay defectos, enfermedades y trastornos que pueden desempeñar un papel paradójico, revelando capacidades, desarrollos, evoluciones, formas de vida latentes, que podrían no ser vistos nunca, o ni siquiera imaginados en ausencia de aquellos. Es paradoja de la enfermedad, en este sentido, su potencial “creativo”, lo que constituye el tema central del este libro.
Así, del mismo, modo que podemos quedar horrorizados ante los estragos que causa el desarrollo de una enfermedad o trastorno, también podemos verlos como algo creativo, pues aún cuando destruyen unos procedimientos particulares, una manera particular de hacer las cosas, pueden que obliguen al sistema nervioso a crear otros procedimientos y maneras, que lo obliguen a un desarrollo y a una evolución inesperados. Este otro lado del desarrollo o enfermedad es algo que veo en potencia en casi todos los pacientes; y esto es, precisamente, lo que me interesa escribir.”

Este antropólogo de la neurología, con un fuerte componente humanista, plantea los casos clínicos neurológicos más extraños desde un punto de vista diferente al de la patología. Intenta revelar a la “enfermedad” descubriendo sus capacidades, adecuaciones y desarrollos latentes, que podrían no haberse visto nunca de no ser por la existencia de tales anomalías.
Frente a esta capacidad de adaptación del cerebro, Sacks va a preguntarse si no habría que manejar un nuevo concepto de salud y enfermedad, cambiando la referencia, es decir que la salud no se describa de acuerdo a su identidad con un estado rígido de normalidad, sino usando un criterio más flexible, respecto a la capacidad de adecuarse y funcionar en armonía y de acuerdo a las condiciones individuales.
Oliver Sacks deja una puerta abierta para poder entender que los sujetos más allá de sus problemas, demuestran tener una creatividad única que les permite construir –a veces- una manera particular de hacer en su mundo, y que se obligan a crear una serie de procedimientos y modos, que le permiten vivir de una forma más digna.
Pedro nos muestra y nos enseña que su embrollo existencial tiene que ver con su orden vital, y que de la única forma que podemos intervenir como analistas, es no precipitar nada de ese descontrol-control que lo ordena y le permite no consistir en un delirio paranoico.
El análisis también puede ayudar a que Pedro sea el errabundo más centrado del mundo.

¿HABLAMOS DE AMOR?

¿HABLAMOS DE AMOR?

Jorge Bafico


¿A quién amamos? ¿Cómo amamos? ¿Por qué amamos?

Denis de Rougemont en su excelente libro “El amor y occidente” concluye que el amor feliz no tiene historia. Sólo el amor condenado y amenazado por la propia vida es el que perdura en la poesía y en la novela. De alguna manera es el único amor que merece la inmortalidad.
Lo que se glorifica en el lirismo occidental nunca es la paz fecunda de la pareja sino la pasión que encierra el sufrimiento.

Un claro ejemplo de esto es la historia de amor de Carson y Clarissa, relatada en el libro “Goma de Mascar” de Rafael Courtoisie :

“El amor, algo en principio bueno, intrínsecamente bueno, movió a Clarissa a cometer el asesinato absurdo, indiscrimi¬nado, para conseguir un hígado. ¿Algo semejante al extraño atentado contra las Torres Gemelas? ¿Puede la fe matar? ¿Puede asesinar a inocentes?
Claro que sí, sí puede. De hecho lo hace a cada momento.
¿Quién dijo que todo amor es bueno? ¿Quién dijo que el amor apuesta siempre por la vida?”

Una triste historia de amor...
“Carson se aleja en su automóvil... Levanta una hooker. La lleva a su casa. Le paga. La mujer se desnuda.
—¿Qué haces? —¿No quieres tocarme?
—Claro que no.
—¿Y entonces para qué me pagaste?
—Para que bebas unos tragos conmigo. Siéntate aquí. La mujer obedece. Carson le llena el vaso de bourbon.
¿Cómo te llamas?
—Clarissa.
Brindemos, Clarissa.
—¿Por qué brindamos?
Carson piensa.
—Brindamos... brindamos... por la noche.
—i Qué extraño brindis!
—Es que en la noche uno puede detenerse a pensar, Clarissa.
—¿Y por qué en el día no?
—Durante el día la luz ciega, aturde. Los pensamientos chocan entre sí. Sólo de noche se puede pensar con claridad.
—Qué coincidencia.
—¿Cuál es la coincidencia?
—Yo trabajo de noche. Soy una puta. Toda mi vida he sido una puta. Desde los trece años. ¿Será porque veo todo muy claro?
—Bebe, Clarissa, bebe —ordena el teniente Carson. Traga y cierra los ojos.

... Carson se derrumba sobre la mesa, inconsciente. Clarissa hace un esfuerzo. Lo arrastra hasta el dormito¬rio, le quita los zapatos, le afloja la corbata. Desabrocha la funda de la pistola y le quita el arma. La deja sobre la mesa de luz.
Lo mira un momento.
... Luego lo desviste.
Carson queda desnudo en medio de la cama.
Clarissa se desviste y se coloca a un lado, lo abraza.
En la escena hay ternura y un poco de asco.

... La ambulancia va a rescatar al teniente Carson del coma alcohólico.
Le suministran oxígeno.
Le inyectan vitamina B.
Le suministran una suave dosis de adrenalina.
No reacciona.
Sufre un paro cardíaco.
Clarissa está a su lado, como si fuera su mujer, su es¬posa.
Y ni siquiera follaron la única vez que durmieron juntos.
Ni una vez. Ni una puta vez.

... Carson está en el Centro de Tratamiento Intensivo del Hospital Mercy. A su lado está Irving, histérico.
—Teniente, por favor, despierte.
—Déjelo tranquilo. Tiene que descansar.
—¿Quién es usted?
—Soy Clarissa. La mujer de Carson.
—Carson es divorciado.
—Pues volvió a casarse. Se casó conmigo. Soy su mujer.
—¡No lo puedo creer! ¿Cómo no me dijo nada?
—¿Cómo está?

¿De qué se enamora Clarissa, de quién se enamora?
No es de Carson, pues apenas lo conoce. Sin embargo eso no es impedimento para enamorarse.
El amor sólo desea ser Uno, con lo cual es imposible establecer proporción sexual.
Clarissa no escapa a esta cuestión: ser una sola unidad; como plantea Aristófanes en el Banquete , cuando describe a los andróginos como unos seres esféricos, que participaban de uno y otro sexo, masculino y femenino, completos y que osaron desafiar a los dioses. Estos, para disminuir sus fuerzas los castigaron dividiéndoles en dos mitades.
Una vez que la naturaleza de este ser quede cortada en dos, cada parte añorará a su otra mitad a la espera de un rencuentro, El mismo no dejará mortífero, ya que si se produce, será el de una dulce muerte por inanición en un abrazo perpetuo. Un recuentro esperado pero imposible.
El material del que esta construida esta forma de amar implica una pérdida, pero, concomitantemente, una búsqueda eterna de algo que complete. En definitiva: un amor quimérico que impulsa irremediablemente a creer. Un signo de amor, una palabra, un regalo será la señal de la existencia de un sujeto.
La cuestión de hacerse Uno implica que también hay un soporte del Uno imaginario que se refiere al goce y es el llamado objeto a. El objeto a, como objeto de amor, es emplazado en la persona como totalidad, aquel objeto no desligado de sus vestimentas.

“...—Se muere.
-¿Qué?
—Tiene cirrosis.
—Pero eso se cura.
—No. Cirrosis terminal. Ya no le queda hígado.
—No puede ser. ¿Y un trasplante?
—Ya me ofrecí como donante —explica Clarissa—, pero los médicos se negaron: dicen que los humanos tenemos solo un hígado y que si me lo quito para dárselo a él, me muero.
—¿En verdad usted se sacrificaría por Carson?
—Claro que sí. Pero los médicos se oponen a la opera¬ción. Hay que esperar a que aparezca un donante muerto... y además que el hígado sirva. Compatibilidad histológica y sanguínea... algo así me dijeron.”



¿De que se enamora Clarissa? Si no conoce a este hombre. Sin embargo es suficiente para cerrar su pregunta. Un hombre que la rescata de su desesperación.
Esta dimensión fantasmática del amor coincide plenamente con una perspectiva engañadora, cuya figura se acerca a un punto ideal establecido en Carson.
Es en esta área del engaño donde se instala el amor, capaz de convencer, de que, esta vez, estará en condiciones de completarla.
Carson, más allá de él mismo, se constituye como un amo que moviliza el deseo de Clarissa.
Es él, en base a quien, Clarissa se constituye como mujer y como ser deseante, aunque quede claro que Carson está indefenso, en suspenso, en coma...
No es el hombre en cuestión quien se acerca o quien se aleja, no es él quien seduce o rechaza, Carson simplemente está en condiciones de ofrecerse como señuelo. No explicita nada; sin embargo eso no impide en que se convierta en un amor, en un amor imposible.

“Son las doce y treinta. No hace frío ni calor.
En la esquina de Sappy Avenue una veintena de jóvenes espera para cruzar.
Un automóvil gris metalizado ronronea como un gato salvaje.
Es el vehículo del teniente Carson.
La que está la volante es Clarissa, su mujer, la puta que conoció la noche que entró en coma.
Clarissa acelera y pisa en freno de mano al mismo tiempo.
El motor escupe. Las ruedas chillan.

... Clarissa acelera. Atropella veinte estudiantes. Hombres y mujeres jóvenes que están cruzando la calle.
Los atropella sin miedo, con saña.
Hay quince muertos.
Tres heridos graves.
Dos leves.
—Ya está —brama Clarissa—, ahí tienen el hígado que necesitaban. Alguno de esos hígados tiene que servir para Carson.

... La morgue de Sappy City se llena otra vez. Ninguno de los hígados sirve.
No hay hígado disponible.”

Pocos datos tenemos de la historia de Clarisa, sin embargo los pocos datos alcanzan para saber que su vida fue no fue fácil. Prostitución desde los trece años, hasta el encuentro que permite el cambio: ser la mujer de alguien.

“... El teniente Carson se apaga como una vela.
Clarissa «Carson» llora.
La policía investiga el accidente.
El automóvil homicida no aparece por ningún lado.
No hay hígado disponible.”

La ilusión de toda histérica: de que algún día encontrará a un hombre que la ame como se merece. Pues fue desprovista de aquello que ahora le falta, de aquello que espera recibir.
Estas esperanzas sólo son posibles en la medida que ese amor, como lo señala Lacan “es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”.
Algunos sujetos histéricos presentan la disposición singular que consiste en hacer abstracción de cualquier manifestación personal con el único fin de reforzar las de su compañero.
Que más maravilloso acto de amor que atropellar una veintena de estudiantes para demostrarlo. Clarissa se subsume en una abdicación sin límites, de algo del propio deseo en beneficio de otro. Se trata de entrampar al otro, confundiéndose con él y haciendo valer incesantemente el deseo que uno cree es el suyo.
La esfera se vuelve a formar.
Clarissa encuentra su otra mitad.

El pensamiento de la noche los une; esa es la señal:
“El pensamiento no sirve para nada. Jamás servirá dice Clarissa, el pensamiento es una enfermedad venérea para el cerebro de una puta como yo.
Pero ahora soy una señora. Tengo marido. Agoniza, pero es mi marido. Pronto seré viuda. Tendré la dignidad de una viuda. Así que puedo pensar. Me está permitido pensar.
Ya no soy solo una puta.
Soy una mujer. Tengo marido.”

Clarissa con una desesperación por hacerse amar la lleva a creer que ama... y de ahí a enamorarse no hay más que un paso.
Carson la elige a ella, no para tener sexo, sino para brindar, para hacer algo diferente de lo que ella está acostumbrada. En una palabra, que el Otro diga lo que le falta para dárselo, para identificarse. Entra en la intriga como actriz, figurán¬dose lo que pudiera sentir en el lugar del Otro y de sus efectos.
Esto es lo que permite a Clarissa un cambio de posición radical, abandonando todo por este hombre moribundo.

Ser la mujer de... una nueva vida consagrada a satisfacer lo que supone que es el deseo del Otro a costa del sacrificio personal: un deseo dudoso que deja de buena gana y con alivio.
Esta dimensión imagi¬naria induce su posición sacrificial, amplia¬mente sostenida por la ideología sociocultural fálica contemporánea. A través de tal ideología, Clarissa aparece imaginariamente como aquella por la cual el Carson podría vivir; como aquella por la cual la incompletud del hombre puede recibir un objeto de satisfacción tan perfecto como sea posible.

Clarissa, se asemeja a Lacan cuando dice “amar es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”, simplemente que ella, cuando intenta “entregar” su hígado o al cometer el episodio del asesinato en masa, lo lleva a la práctica.
Clarissa no deja de ser, en definitiva, un andrógino mutilado en busca de su mitad..

Sobre el fallecimiento de mi amigo Dagoberto Puppo

Montevideo, 12 de abril de 2009



Hay hombres comunes y hay hombres extraordinarios. Dagoberto pertenecía, sin duda alguna, a los últimos.

Dagoberto Puppo poseía la inquebrantable calma de los hombres que se sienten en su lugar.

Psiquiatra reconocido, además de médico legista e internista, pero sobre todo fue un hombre de una nobleza e integridad difícil de encontrar. De una convicción pocas veces vista, que fue ejemplo permanente de bondad y generosidad.

Pero además Dagoberto fue un clínico excepcional, como nunca vi en mi vida. Poseía una agudeza clínica y una posibilidad de generar empatía a la altura de una leyenda.

Yo tuve la fortuna y el honor de pertenecer a su círculo de amigos.
Fue mi amigo y ya no está, pero su recuerdo seguirá estando presente en mí y en lo que lo conocimos porque sabemos lo que fue .

Se fue Dagoberto Puppo un hombre excepcional, un ejemplo de vida.

Jorge Bafico

Lecturas del trauma

Abril de 2009

Canesa- “Actualmente no vivo en la montaña, aunque no puedo sacármela de encima”

Mangino- “Durante muchos años la cordillera fue un trauma, me encerré y no conseguía hablar de ello... me costó mucho tiempo hacer la catarsis de todo lo que había sufrido...
Sólo me sentía bien con el grupo de sobrevivientes porque hablábamos en mismo leguaje emocional”

Algorta- “De los Andes salí – a otros les sucedió lo mismo- muy rígido, muy frontal, muy frío... Recuerdo haber maltratado a mis padres y hermanos cuando me venían a visitar... yo solo quería dormir o comer, estaba cansado y no quería que me molestaran...”

Pancho Delgado- “Cuando Regresé a la vida, demoré muchos meses para volver a dormir como lo hacía antes del accidente. Porque allá arriba pasaba las noches en vela, durmiendo a intervalos, donde el sueño nunca es sueño del todo.”
Testimonios que recortan lo traumático.

Es paradójico, podríamos decir, pedir a un psicoanalista hablar del trauma, ya que el psicoanálisis freudiano está precisamente fundado en el abandono de la teoría del trauma de seducción. Freud durante algún tiempo pensó en poder reducir la sexualidad a un trauma. Luego abandonó esta teoría y pensó que es en la sexualidad como tal que había que encontrar la causa necesaria del malestar en la sexualidad, y no en la contingencia.
Un trauma ligado a lo edípico, regulado por el principio de placer, como lo que resignifica dentro del fantasma y unido al goce fálico.

Sin embargo, las guerras y los traumatizados de guerra le demostrarán a Freud que la contingencia no es menos importante.
Guerra, muerte y trauma, a partir de más allá del principio del placer quedarán indisolublemente unidos. Las neurosis traumáticas, de guerra, el estrés postraumático son diferentes nominaciones diagnósticas que resaltan la fijación al momento del accidente traumático.
Lacan siguiendo esta línea de pensamiento pone al traumatismo de la contigencia del lado de la Tyche, encuentro con lo real, propulsada por la pulsión de muerte que va en sentido contrario de toda homeostasis unificante del principio del placer.

La guerra, los accidentes son encuentros disruptivos con ese real que se impone. De un cuantum de intensidad tal que impacta en el aparato psíquico de tal manera que literalmente lo arrasa
El sujeto, muchas veces, frente a estas irrupciones de lo real, queda sin posibilidad que eso sea simbolizable. Porque justamente en ese punto no hay significante, entonces no hay represión posible, no hay olvido posible.

Por tanto, hablamos necesariamente de un impacto en lo real, sin posibilidad de inscripción.
En este tipo de trauma se trata de algo que no ha podido ser pensado por el sujeto, que no ha podido cobrar sentido. Aquello que no puede entrar en un comercio asociativo. Solamente se le impone en un retorno tortuoso en como bien se describe en los manuales americanos a propósito del estrés post- traumático.
Un trauma que implica la detención del tiempo. ¿Por qué el trauma implica la detención del tiempo? Es porque en ese lugar las palabras perdieron su validez.

En una entrevista que se le realizó a uno de los sobrevivientes, Alfredo Delgado, en Enero de 1973, aparece claramente algo de esto:
“-Por empezar, algo muy vago: ¿cómo estás, cómo te encontrás?
- Todavía no estoy, todavía no me encuentro.
-¿Cómo es eso?
-Ocurre que todavía estoy flotando, no he podido hacer pie, no he vuelto a mi vida de antes. Los reportajes, el viaje a Montevideo, el recibimiento, el encuentro con los familiares, cada encuentro con cada amigo es un nuevo sacudón. Me está costando bastante volver a mis cosas, siempre hay algo que viene y me acude, un abrazo, un saludo, un encuentro. No hay caso, no termino de despertar.
-¿No será que has despertado, pero de una manera diferente, tan diferente que vos no lo advertís y confundís tu despertar a una nueva visión del mundo con una especie de pesadilla o algo así?
-Algo de eso hay. Estoy despertando y veo todo diferente, pero estoy seguro que todavía no he retornado, no me he despertado del todo, porque no he tenido respiro, todo está muy cerca. No me acostumbro a estar de regreso, no me acostumbro. Veo esta esquina que vi tantas veces y la veo por primera vez y me produce no sé qué extraña cosa. Veo ese café, aquel puente, estos árboles y siento que todo es nuevo y muy viejo a la vez.”

El testimonio de Delgado expone un discurso del trauma llevado por alguien, en ese momento, que está desubjetivado; a partir de un saber escrito en el cuerpo, de un saber que a la vez es conciente e inconsciente, en el sentido de forcluido, cortado, que va a aparecer en la crisis de reviviscencia traumática.
Se pregunta Francoise Davoine en un seminario sobre “El trauma y el lazo social”: ¿Cómo hacer para que esas personas que ya no pertenecen a nuestro mundo, que fueron radicalmente cambiadas por lo que les sucedió, puedan volver a nuestro mundo?

Rivers
Quizás podamos basarnos en la experiencia de William Rivers para avanzar en esta cuestión.
Rivers fue un psiquiatra y antropólogo inglés, conocido por su trabajo con los soldados que sufrieron "shell shock" (neurosis de guerra) durante la Primera Guerra Mundial.
Rivers comprueba que en la guerra a los soldados les suceden dos cosas: a) los matan, o b) la mayoría no vuelven bien, quedan físicamente discapacitados o sufren traumas mentales.
Los pacientes de William Rivers sufren terriblemente; tartamudean o enmudecieron, sufren de parálisis o vómitos permanentes, alucinan. En lugar de tratarlos con descargas eléctricas, Rivers opta por hablar con ellos. Está convencido que solamente la recuperación paulatina de la memoria los puede curar.

Rivers plantea que la sanación, es decir la superación y el olvido de lo sucedido, no es posible sin la recuperación previa de la memoria.

Para eso Rivers plantea una forma de trabajo con los combatientes que implica necesariamente que el terapeuta participe en la situación de combate.
Utilizo la palabra terapeuta, que es de origen griego y significa principalmente el segundo en el combate.

Rivers plantea que la forma de trabajo con los combatientes traumatizados se sostiene en seis principios:
El primer principio tiene que ver con no diagnosticar nunca, porque si se diagnostican a los soldados traumatizados, se transforma el inmenso saber de los traumas de guerra en enfermedad, y al traumatizado lo transforman en un inválido en vida.
El segundo principio tiene que ver con no medicar, no dar más que ligeros sedativos para poder dormir. Si se abusaba de esas drogas los soldados traumatizados perdían su estado de vigilia, perdían el contacto con ese saber adquirido y estaban en peligro de muerte.

Los otros cuatro se llaman principios de Salmón. Salmón era un psiquiatra inglés que había enunciado cuatro principios en la guerra del catorce y fueron completamente olvidados en el período de la entreguerra. En 1942-43 cuando los Estados Unidos entran en guerra, los principios de la guerra del catorce habían sido tan olvidados que había sólo diez psiquiatras para todos los americanos que eran enviados al frente; las pérdidas psíquicas fueron enormes.Se tuvo que reclutar seiscientos psiquiatras civiles y se les ordenó las cuatro consignas básicas de Salmón.

El primer principio tenía que ver con la Proximidad, es decir que el psiquiatra debe trabajar próximo al frente debe estar sometido al mismo terror, al mismo peligro que los soldados, no deben estar detrás de ellos, como los desertores, que abandonaron a sus compañeros porque si los psiquiatras están detrás luego serán inoperantes.
El segundo principio tiene que ver con la inmediatez, es el de la urgencia, es decir que es necesario hablar de lo que pasa aquí y ahora en ese lugar, porque el saber del trauma no es un saber reprimido.
El trauma crea una nueva situación y hay que trabajar sobre el aquí y ahora, y también porque en una situación traumática el tiempo se detiene, el pasado no tiene sentido, el futuro tampoco, uno está en una situación de total imprevisibilidad. Nada tiene sentido, solo la supervivencia.
El tercer principio, es el de la esperanza, que los otros esperan que el que está en el frente sobreviva, es decir que el trabajo del médico, del psiquiatra en tiempos de guerra, es trabajar sobre el hecho de que el soldado traumatizado es esperado por el resto de sus compañeros, con los que él hace cuerpo.
El cuarto principio es el de la simplicidad; el no hablar complicado, no hablar de discurso analítico.
Les pido que retengan para más adelante algunas de las ideas que plantea Rivers con respecto al tratamiento de los soldados traumatizados: no diagnosticar, trabajar en el aquí y ahora de la experiencia con lo cotidiano traumatizante y el fortalecimiento de formar un solo cuerpo con los compañeros.

No diagnosticar Trabajar en el aquí y ahora
No medicar


Proximidad
Inmediatez Fortalecimiento de formar un solo cuerpo
Esperanza
Simplicidad


Malvinas
Nuestro país no a vivido guerras bélicas de importancia, sí nuestros vecinos Argentinos y no hace tantos años con aquella absurda guerra de las Malvinas.
Centremos la cuestión antes de ir a la tragedia de los Andes, en algunos testimonios de los ex-combatientes de Malvinas.
“Malvinas fue un crack en mi vida; hay un antes y un después... Es muy raro que no esté en Malvinas algún día... Tengo sueños con Malvinas, pesadillas, recuerdos... es necesario cerrar la llaga y aprender a convivir con esa llaga.”
“Fuimos engañados a Malvinas, fuimos carne de cañón. Yo le echo la culpa al pueblo por haberlo apoyado y porque hubo una traición de la gente... Reniego de lo que no pude decidir, de lo que me impusieron contra mi voluntad. Que se caguen, son soldados. El más grande verduguea al más chico... Teníamos que hacer guardia para que ellos descansaran. Les teníamos más bronca a ellos que a los propios ingleses.”
“Los suicidios son por algo... No quiero que el veterano de guerra sufra mas... La guerra fue una traición que costó vidas. El olvido apunta a la traición. Para mí es importante que no haya traición... Cuando te mandaron a la guerra eras el mejor, cuando volviste perdiste la guerra...”
“El veterano se siente que está aparte de la sociedad... Cuesta entrar en la sociedad porque tenemos resentimiento, lo mismo que ellos... Se lo margina al veterano de guerra por la imagen que tiene. El veterano se discrimina muchas veces. Cuesta reinsertarse...”
Los testimonios son elocuentes, los combatientes de Malvinas reclaman un derecho a pertenecer, a algo que no pueden ser. Una herida abierta que es imposible de cicatrizar, una herida que se produce por la doble traición. La de los jefes y la del pueblo.
A través del padecimiento subjetivo es posible discernir que muchos de los ex combatientes de Malvinas han quedado suspendidos en cierto período de su pasado y repiten en sus sueños, una y otra vez, aquella situación traumática. El maltrato despiadado, de falta de amor por parte de los superiores, la pérdida de protección y cuidado del Estado, del gobierno, la falta de reconocimiento, estar a merced de la pura contingencia, son pruebas del desamparo más radical.
El ex combatiente de Malvinas, es decir, el traumatizado queda ubicado en el mismo lugar que el trauma, como un cuerpo extraño; ni interior, ni exterior; está adentro, pero afuera; se instala como elemento extraterritorial en el propio territorio.

Traición de los jefes Si
Muerte del amigo Si
Desvalorización social Si
Validez de la palabra No

Tratamiento
Para que haya trauma en este sentido, tiene que producirse en dos niveles: el primer nivel estaría comprendido en una dimensión física, en el sentido de quantum de energía. Hay necesariamente de entrada una explosión, cualquiera sea la dimensión de esta explosión, eso llega a una persona o a millones, es lo mismo, es el primer nivel.

Hay un segundo nivel que es cuando el acontecimiento traumático se trata de transmitir, y sobre todo cuando se trata de transmitir en el lazo social, para que el trauma se instale como tal las palabras quedan vaciadas de valor.
Según los estudios de estrés post-traumático, especialmente lo que se ha visto en el trauma de guerra, hay tres elementos altamente traumáticos a tener en cuenta, partiendo de la evidencia de que el trauma no se constituye como tal por el solo hecho supuestamente traumático considerado en sí mismo.

El psicoanalista Diego Nin, plantea en una carta que escribe a Pedo Algorta en el blog survivorwalk.blogspot.com, sobre los efectos del trauma bien diferentes en los combatientes de Malvinas y en los sobrevivientes de los Andes. En la guerra, un factor decisivo para el trauma es el sentimiento o la experiencia de lo que llaman LA TRAICION DE LOS JEFES, el maltrato y el ensañamiento de los superiores con los combatientes.

También plantea como importante en este tipo de trauma lo que se llama LA MUERTE DEL AMIGO, una muerte muy cercana para el traumatizado y la culpa que genera el no haber muerto con él y el no haber podido salvarlo etc.
Por último Nin plantea en su carta a Pedro Algorta la VALORACION SOCIAL Y FAMILIAR DE LA EXPERIENCIA. Los soldados de Malvinas que regresaron fueron socialmente condenados, vapuleados al servicio de una guerra militar absurda. La sociedad los apartó, socialmente la mayoría se convirtieron en marginales. La sociedad se avergonzaba de ellos, quería negarlos, olvidarlos, matarlos civilmente.

Repito que hablamos de un traumático que se trata de real y no sexual. Hablamos por tanto de un trauma que es un real salido de discurso.
Si podemos asimilar este trauma a algo, ese algo tiene que ver con el “desamparo”, de un tiempo anterior a toda posibilidad de inscripción.
Es por tanto un acontecimiento que no consigue representabilidad en el psiquismo, y queda por fuera como un cuerpo extraño y de ahí que su retorno aparezca muchas veces en forma de alucinación o de episodio de angustia imposible de tramitar.

La sociedad de la nieve
Ahora, ¿qué es lo que sucede con los sobrevivientes de los Andes?
Parecería que el estatuto del trauma que se recorta del testimonio de los dieciséis sobrevivientes de los Andes no tiene la misma significación que la de los combatientes de las Malvinas.
Cómo hablábamos anteriormente, el giro de lo traumático hacia la locura implica la detención del tiempo porque las palabras perdieron su validez.
Ahora, cuando uno lee los testimonios, entiende que la posición de los sobrevivientes con respecto a los testimonios de los combatiente de Malvinas es diferente, aquí las palabras tienen validez.

Dice Diego Nin “La experiencia de ustedes tuvo elementos comunes con la situación límite de la guerra, aunque también diferencias importantes. El libro La sociedad de la nieve muestra que para algunos hubo estrés postraumático pero no traumas profundos; para los soldados no necesariamente la situación de guerra en sí es traumática, para algunos sí, por supuesto, pero las privaciones físicas y biológicas no tienen porqué serlo. No es el hecho en si del congelamiento lo traumático, sino el sentido que adquiere en relación al Otro. Lo de Uds. fue bien diferente porque no estaban en situación de ser traicionados por superiores de los cuales dependiesen ni armaron internamente una estructura que pudiera terminar en eso. Los soldados se congelaban, se gangrenaban, les amputaban las piernas, pasaban hambre, tenían que salir a robar comida sabiendo que el castigo era estar estaqueado desnudo todo un día bajo la lluvia y el aire helado. Uds. de pronto tuvieron más hambre y más frío, pero para ellos eso no era una fatalidad accidental, esa es la diferencia, para ellos esa era una decisión deliberada de los oficiales, había una intención maligna, ellos fueron traicionados en relación al código, utilizados como mera carne de cañón y para peor cuando regresaron se encontraron con que todo el país había donado toneladas de abrigo y alimentos, joyas, dinero para ellos y eso jamás les llegó, se lo vendieron todo los oficiales corruptos que los traicionaron. Y para peor la sociedad luego los negó. Uds. nunca sintieron que lo que les pasó haya sido mala voluntad o malicia de Otro del cual dependían, lo tomaron como la fatalidad que fue. Entonces está el sufrimiento extremo pero con la otra variable decisiva que es el porqué se sufre y el para qué se sufre, esa vivencia puede ser muy diferente aunque el sufrimiento físico sea más o menos equivalente.”

¿Por qué no enloquecieron?
En la misma carta Diego Nin le envía a Pedro Algorta, plantea que Coche Inciarte le responde sobre la razón de porqué no terminaron como muchos de los ex combatientes de Malvinas: locos o suicidados. Inciarte dice que hicieron una especie de terapia entre ellos durante los 72 días
Como decíamos anteriormente, una experiencia imprevista, terrible o considerada traumática no necesariamente deviene acontecimiento traumático. Varias personas expuestas a un hecho conmocionante no lo registran del mismo modo, ni sus efectos son los mismos en todos. Allí se pone en juego lo particular de cada uno, o sea, con qué recursos cuenta el sujeto para enfrentar determinadas situaciones. En buena medida de ello depende que en ciertas circunstancias un sujeto sea traumatizable o no.

Ahora bien, más allá de este planteamiento es claro que las pruebas de vida de los sobrevivientes a dado muestras de una vida en general bastante equilibrada, sin sobresaltos: se casaron, la mayoría sigue con sus familias, estudiaron, se recibieron, trabajaron, muchos de ellos son hombres exitosos en sus profesiones y trabajos. Nadie a “enloquecido” o suicidado a modo de los ex combatientes.

Las respuestas parecen encontrarse en los testimonios de los sobrevivientes: el amor y el grupo. Los dos significantes coinciden en todos los testimonios.
Hablo de significantes porque de alguna manera se inscriben en un lugar.
El amor que plantea Coche Inciarte tiene que ver con eso, el lo llama terapia de grupo, que implicaba el poder sostenerse.
A diferencia de la Malvinas ellos nunca vivieron la traición del jefe, nunca sintieron que lo que les pasó fue una fatalidad.
La terapia de grupo funcionó porque sin saberlo tomó los elementos planteados por Rivers, pero entre ellos: los principios de la sencillez, la proximidad, la inmediatez, todos en la dimensión misma de la esperanza.
Debían seguir luchando por el compañero.

Proximidad
Inmediatez Fortalecimiento de formar un solo cuerpo
Esperanza
Simplicidad

Cuerpo de varios
El alud fue el acontecimiento bisagra, el momento más terrible para los sobrevivientes de los 72 días en los Andes, pero también el acontecimiento que terminó de consolidar el grupo en el “cuerpo de varios”

Coche Inciarte: “Cuando permanecimos sepultados bajo la nieve durante tres días después del alud, se creó un antes y un después, separando dos historias diferentes.
Salimos ocho menos, pero salió uno más, y ese “más uno” inmaterial nos advirtió que se terminaba definitivamente las mezquindades de la sociedad “civilizada”. Fue ahí cuando entré en un contacto mucho más estrecho con una fuerza superior...
Todo el equipo funcionó como un organismo nuevo y muy eficaz”

Adolfo Strauch: “A partir de ese entonces (el alud) se profundizó esa sociedad del sexto sentido, se consolidó la cuarta dimensión. Que no es brujería, sino otra forma de conocimiento a la que accedimos en un espacio y en un tiempo donde el aprendizaje normal y racional tenía pocas posibilidades de ofrecer soluciones. Nos vamos convirtiendo en locos que funcionan por amor y sensibilidad”

Moncho Sabella: “Logramos sobrevivir solamente con los afectos, porque no teníamos otra cosa, salvo el uno con el otro.”

Ana Freud aparte de ser la hija de Freud, fue una analista que se especializó en el trabajo con niños y en particular con niños traumatizados.
Cuando Ana Freud se refugió en Inglaterra se ocupó de niños que habían estado en dificultades por el hecho de la guerra e hizo una sala de niños.
Ana Freud quiso hacer otra cosa, abrir una casa especial, para cinco o seis niños, que habían nacido o que habían sido deportados desde muy pequeños al campo de Terezin. Las cuatro hermanas de Freud fueron deportadas a campos de concentración donde murieron. Anna Freud tenía un verdadero trauma por el hecho de que ella y su padre habían debido ir a Inglaterra pero habían dejado a esas cuatro mujeres viejas a la muerte.

Para Ana, ocuparse de estos niños era una manera de cuidar, de proteger, su sufrimiento, su dolor. Construyó una linda casa para estos niños, muy acogedora, con juegos, y cuando llegaron estos cinco niños eran verdaderos demonios, de una violencia inaudita, rompieron toda la casa y la transformaron en un campo de concentración, tal como era su lugar.
Ana Freud escribió sobre su propia dificultad respecto de estos niños, particularmente como decía siempre, porque hicieron fracasar toda su teoría Lo que era particular sobre estos niños, y por eso traigo la historia, era que los cinco hacían un solo cuerpo, no se podía separarlos nunca. Si les daban un pedazo de pan, inmediatamente lo repartían entre todos y no soportaban tener un pedazo más grande, no se trataba de una cuestión altruista sino de una necesidad vital de alimentar a ese cuerpo de varios.

Hay una anécdota que cuenta Javier Methol que es maravillosa y responde a esta cuestión del cuerpo de varios: “Él (Roberto) consideraba que yo tenía que caminar para fortalecer los músculos, porque de lo contrario, si en algún momento teníamos que salir caminando, yo no podría hacerlo, ysi yo no podía, él tampoco saldría.”
Dice Roy Harley: “Nosotros uno a uno no somos especiales, el especial es el grupo”

Todos o ninguno, un solo cuerpo, un cuerpo de supervivencia. Allí no había imagen especular. Es un cuerpo que no se reconoce en el espejo. Lo imaginario no logra cubrir lo real. Se trata de un mundo sin deseo, salvo el de sobrevivir.

Las características de este cuerpo de varios esta dada por:

- Se establece entre los integrantes del grupo un lazo más potente que el sexual.

- Hay un cuidado maternal con respecto del otro, Cuidado maternal entendido como la atención centrada solo en lo necesario para la supervivencia. Esto no tiene que ver con el deseo materno.


- Y por último la lealtad con los que están muertos.

La lealtad a esos muertos no implica el aferrase al cuerpo, y eso es una de las características de esta cuestión, para sobrevivir era necesaria la insensibilidad. Rivers escribe como la primera etapa del trauma el corte de la sensibilidad y permanecer sin ninguna reacción medible frente al horror.

En el reportaje que le hacían en el año 73 a Pancho Delgado, al final del mismo decía:
“¿Tus días en el colegio, no los recordás?
-Sí, pero sin contornos...del colegio lo que me viene ahora a la memoria es mi mejor amigo, Numa. ..Numa Turcatti, Turcatti con dos "t". El también viajó en el avión, yo lo convencí para que viniera, la convencí a su madre para que lo empujara a él, que era medio flojo para salir...Numa se murió a los sesenta días, faltando tan poquito, en mis brazos, una mañana. Era como un hermano, más todavía...y pensar que no lloré, que no pude llorar ni en ese momento, porque ya tenía el caparazón puesta...”

En la correspondencia de Diego Nin Y Pedro Algorta, este último responde: “Allí arriba estábamos blindados, no nos dábamos el lujo de sufrir, de pensar en nuestras casas, en nuestras familias. A mi se me murió un amigo en mis brazos, pero lo lloré unos segundos, después de muerto, ya no era él, y me puse su abrigo porque hacía frío. Y hoy no me genera ningún remordimiento, ninguno de nosotros ha tenido pesadillas con el tema.”

La lealtad con los que están muertos no es un tema menor, aparece muy fuertemente en los testimonios de todos los sobrevivientes, como en el testimonio de Gustavo Zerbino, que no quería irse de la montaña porque no lo dejaban subir al helicóptero con su bolso con recuerdos de los muertos para ser entregados a los familiares. Zerbino estaba dispuesto a morir por ellos, los muertos.


Para finalizar; para que un traumatismo se convierta en algo que gire a la locura hace falta otros elementos que tienen que ver con la traición, también con la muerte del compañero, pero sobre todo con la desvaloración social del acontecimiento.
Cuando se dan estos elementos hace del traumatizado alguien que esté ya muerto, que regresa como si fuera ya un muerto viviente. Alguien que no puede inscribirse simbólicamente. Su apego al compañero que dejó muerto es mayor que a los que están vivos.
Entonces vuelvo a la pregunta, ¿por qué estos hombres no enloquecieron, o se suicidaron como los combatientes de Malvinas?
Porque los sobrevivientes de los Andes nunca dejaron de pertenecer a nuestro mundo, ya que no tuvieron ni la traición del jefe pero sobre todo y desde mi punto de vista, lo más importante es que pudieron inscribir socialmente su tragedia.

Traición de los jefes No
Muerte del amigo Si
Desvalorización social No
Validez de la palabra Si

Si bien, nunca volverán como a ser como eran antes y probablemente su sufrimiento no sea nunca totalmente calmado, porque de alguna manera ellos cultivan ese sufrimiento, ellos lo buscan, porque hay una lealtad hacia aquellos que fueron muertos, pedieron permitirse a través de una sociedad que los arropó y los nombró como una nueva sociedad, una sociedad de la nieve.

Pasaron más de 30 años para que apareciera el libro “La sociedad de la nieve”, más de 30 años para que la totalidad de los sobrevivientes pudiera dar su testimonio y tratar de explicar su función dentro del grupo, su participación en la tragedia, explicar su heroísmo, porque no podemos dejar de utilizar esa palabra: “heroísmo” en el sentido del esfuerzo que lleva al hombre a realizar hechos extraordinarios.
Pero lo que más nos interesa del libro, es como intenta 30 años después intentar una trasmisión, un intento de inscripción a un linaje, la de los “sobrevivientes” quizás allí la explicación del porqué su pagina web se llama “Viven”. Una trasmisión que de cuenta del pasado y del presente, la forma de interpretar la realidad, los ideales y los valores y sobre todo el comprender hacia donde van.
El libro es diferente a “Viven” que salió poco tiempo después de la tragedia y según la lectura que propongo, no deja de ser una visión de un tercero de los acontecimientos relatados por personas que aún se encontraban atormentados por el efecto de la tragedia, discursos desubjetivados efecto inmediato de lo traumático.
Treinta años después “La sociedad de la nieve” construyen definitivamente una trama que permita a los sobrevivientes encontrar un sentido, un reencuentro y una inscripción posible en la historia a ser contada. O como dice Canesa: “Actualmente no vivo en la montaña, aunque no puedo sacármela de encima” o Parrado: “Con el tiempo la montaña se convirtió en una parte de mi vida, afectó mi carácter, mi destino, debo aceptar que será así para siempre”