¿HABLAMOS DE AMOR?

¿HABLAMOS DE AMOR?

Jorge Bafico


¿A quién amamos? ¿Cómo amamos? ¿Por qué amamos?

Denis de Rougemont en su excelente libro “El amor y occidente” concluye que el amor feliz no tiene historia. Sólo el amor condenado y amenazado por la propia vida es el que perdura en la poesía y en la novela. De alguna manera es el único amor que merece la inmortalidad.
Lo que se glorifica en el lirismo occidental nunca es la paz fecunda de la pareja sino la pasión que encierra el sufrimiento.

Un claro ejemplo de esto es la historia de amor de Carson y Clarissa, relatada en el libro “Goma de Mascar” de Rafael Courtoisie :

“El amor, algo en principio bueno, intrínsecamente bueno, movió a Clarissa a cometer el asesinato absurdo, indiscrimi¬nado, para conseguir un hígado. ¿Algo semejante al extraño atentado contra las Torres Gemelas? ¿Puede la fe matar? ¿Puede asesinar a inocentes?
Claro que sí, sí puede. De hecho lo hace a cada momento.
¿Quién dijo que todo amor es bueno? ¿Quién dijo que el amor apuesta siempre por la vida?”

Una triste historia de amor...
“Carson se aleja en su automóvil... Levanta una hooker. La lleva a su casa. Le paga. La mujer se desnuda.
—¿Qué haces? —¿No quieres tocarme?
—Claro que no.
—¿Y entonces para qué me pagaste?
—Para que bebas unos tragos conmigo. Siéntate aquí. La mujer obedece. Carson le llena el vaso de bourbon.
¿Cómo te llamas?
—Clarissa.
Brindemos, Clarissa.
—¿Por qué brindamos?
Carson piensa.
—Brindamos... brindamos... por la noche.
—i Qué extraño brindis!
—Es que en la noche uno puede detenerse a pensar, Clarissa.
—¿Y por qué en el día no?
—Durante el día la luz ciega, aturde. Los pensamientos chocan entre sí. Sólo de noche se puede pensar con claridad.
—Qué coincidencia.
—¿Cuál es la coincidencia?
—Yo trabajo de noche. Soy una puta. Toda mi vida he sido una puta. Desde los trece años. ¿Será porque veo todo muy claro?
—Bebe, Clarissa, bebe —ordena el teniente Carson. Traga y cierra los ojos.

... Carson se derrumba sobre la mesa, inconsciente. Clarissa hace un esfuerzo. Lo arrastra hasta el dormito¬rio, le quita los zapatos, le afloja la corbata. Desabrocha la funda de la pistola y le quita el arma. La deja sobre la mesa de luz.
Lo mira un momento.
... Luego lo desviste.
Carson queda desnudo en medio de la cama.
Clarissa se desviste y se coloca a un lado, lo abraza.
En la escena hay ternura y un poco de asco.

... La ambulancia va a rescatar al teniente Carson del coma alcohólico.
Le suministran oxígeno.
Le inyectan vitamina B.
Le suministran una suave dosis de adrenalina.
No reacciona.
Sufre un paro cardíaco.
Clarissa está a su lado, como si fuera su mujer, su es¬posa.
Y ni siquiera follaron la única vez que durmieron juntos.
Ni una vez. Ni una puta vez.

... Carson está en el Centro de Tratamiento Intensivo del Hospital Mercy. A su lado está Irving, histérico.
—Teniente, por favor, despierte.
—Déjelo tranquilo. Tiene que descansar.
—¿Quién es usted?
—Soy Clarissa. La mujer de Carson.
—Carson es divorciado.
—Pues volvió a casarse. Se casó conmigo. Soy su mujer.
—¡No lo puedo creer! ¿Cómo no me dijo nada?
—¿Cómo está?

¿De qué se enamora Clarissa, de quién se enamora?
No es de Carson, pues apenas lo conoce. Sin embargo eso no es impedimento para enamorarse.
El amor sólo desea ser Uno, con lo cual es imposible establecer proporción sexual.
Clarissa no escapa a esta cuestión: ser una sola unidad; como plantea Aristófanes en el Banquete , cuando describe a los andróginos como unos seres esféricos, que participaban de uno y otro sexo, masculino y femenino, completos y que osaron desafiar a los dioses. Estos, para disminuir sus fuerzas los castigaron dividiéndoles en dos mitades.
Una vez que la naturaleza de este ser quede cortada en dos, cada parte añorará a su otra mitad a la espera de un rencuentro, El mismo no dejará mortífero, ya que si se produce, será el de una dulce muerte por inanición en un abrazo perpetuo. Un recuentro esperado pero imposible.
El material del que esta construida esta forma de amar implica una pérdida, pero, concomitantemente, una búsqueda eterna de algo que complete. En definitiva: un amor quimérico que impulsa irremediablemente a creer. Un signo de amor, una palabra, un regalo será la señal de la existencia de un sujeto.
La cuestión de hacerse Uno implica que también hay un soporte del Uno imaginario que se refiere al goce y es el llamado objeto a. El objeto a, como objeto de amor, es emplazado en la persona como totalidad, aquel objeto no desligado de sus vestimentas.

“...—Se muere.
-¿Qué?
—Tiene cirrosis.
—Pero eso se cura.
—No. Cirrosis terminal. Ya no le queda hígado.
—No puede ser. ¿Y un trasplante?
—Ya me ofrecí como donante —explica Clarissa—, pero los médicos se negaron: dicen que los humanos tenemos solo un hígado y que si me lo quito para dárselo a él, me muero.
—¿En verdad usted se sacrificaría por Carson?
—Claro que sí. Pero los médicos se oponen a la opera¬ción. Hay que esperar a que aparezca un donante muerto... y además que el hígado sirva. Compatibilidad histológica y sanguínea... algo así me dijeron.”



¿De que se enamora Clarissa? Si no conoce a este hombre. Sin embargo es suficiente para cerrar su pregunta. Un hombre que la rescata de su desesperación.
Esta dimensión fantasmática del amor coincide plenamente con una perspectiva engañadora, cuya figura se acerca a un punto ideal establecido en Carson.
Es en esta área del engaño donde se instala el amor, capaz de convencer, de que, esta vez, estará en condiciones de completarla.
Carson, más allá de él mismo, se constituye como un amo que moviliza el deseo de Clarissa.
Es él, en base a quien, Clarissa se constituye como mujer y como ser deseante, aunque quede claro que Carson está indefenso, en suspenso, en coma...
No es el hombre en cuestión quien se acerca o quien se aleja, no es él quien seduce o rechaza, Carson simplemente está en condiciones de ofrecerse como señuelo. No explicita nada; sin embargo eso no impide en que se convierta en un amor, en un amor imposible.

“Son las doce y treinta. No hace frío ni calor.
En la esquina de Sappy Avenue una veintena de jóvenes espera para cruzar.
Un automóvil gris metalizado ronronea como un gato salvaje.
Es el vehículo del teniente Carson.
La que está la volante es Clarissa, su mujer, la puta que conoció la noche que entró en coma.
Clarissa acelera y pisa en freno de mano al mismo tiempo.
El motor escupe. Las ruedas chillan.

... Clarissa acelera. Atropella veinte estudiantes. Hombres y mujeres jóvenes que están cruzando la calle.
Los atropella sin miedo, con saña.
Hay quince muertos.
Tres heridos graves.
Dos leves.
—Ya está —brama Clarissa—, ahí tienen el hígado que necesitaban. Alguno de esos hígados tiene que servir para Carson.

... La morgue de Sappy City se llena otra vez. Ninguno de los hígados sirve.
No hay hígado disponible.”

Pocos datos tenemos de la historia de Clarisa, sin embargo los pocos datos alcanzan para saber que su vida fue no fue fácil. Prostitución desde los trece años, hasta el encuentro que permite el cambio: ser la mujer de alguien.

“... El teniente Carson se apaga como una vela.
Clarissa «Carson» llora.
La policía investiga el accidente.
El automóvil homicida no aparece por ningún lado.
No hay hígado disponible.”

La ilusión de toda histérica: de que algún día encontrará a un hombre que la ame como se merece. Pues fue desprovista de aquello que ahora le falta, de aquello que espera recibir.
Estas esperanzas sólo son posibles en la medida que ese amor, como lo señala Lacan “es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”.
Algunos sujetos histéricos presentan la disposición singular que consiste en hacer abstracción de cualquier manifestación personal con el único fin de reforzar las de su compañero.
Que más maravilloso acto de amor que atropellar una veintena de estudiantes para demostrarlo. Clarissa se subsume en una abdicación sin límites, de algo del propio deseo en beneficio de otro. Se trata de entrampar al otro, confundiéndose con él y haciendo valer incesantemente el deseo que uno cree es el suyo.
La esfera se vuelve a formar.
Clarissa encuentra su otra mitad.

El pensamiento de la noche los une; esa es la señal:
“El pensamiento no sirve para nada. Jamás servirá dice Clarissa, el pensamiento es una enfermedad venérea para el cerebro de una puta como yo.
Pero ahora soy una señora. Tengo marido. Agoniza, pero es mi marido. Pronto seré viuda. Tendré la dignidad de una viuda. Así que puedo pensar. Me está permitido pensar.
Ya no soy solo una puta.
Soy una mujer. Tengo marido.”

Clarissa con una desesperación por hacerse amar la lleva a creer que ama... y de ahí a enamorarse no hay más que un paso.
Carson la elige a ella, no para tener sexo, sino para brindar, para hacer algo diferente de lo que ella está acostumbrada. En una palabra, que el Otro diga lo que le falta para dárselo, para identificarse. Entra en la intriga como actriz, figurán¬dose lo que pudiera sentir en el lugar del Otro y de sus efectos.
Esto es lo que permite a Clarissa un cambio de posición radical, abandonando todo por este hombre moribundo.

Ser la mujer de... una nueva vida consagrada a satisfacer lo que supone que es el deseo del Otro a costa del sacrificio personal: un deseo dudoso que deja de buena gana y con alivio.
Esta dimensión imagi¬naria induce su posición sacrificial, amplia¬mente sostenida por la ideología sociocultural fálica contemporánea. A través de tal ideología, Clarissa aparece imaginariamente como aquella por la cual el Carson podría vivir; como aquella por la cual la incompletud del hombre puede recibir un objeto de satisfacción tan perfecto como sea posible.

Clarissa, se asemeja a Lacan cuando dice “amar es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”, simplemente que ella, cuando intenta “entregar” su hígado o al cometer el episodio del asesinato en masa, lo lleva a la práctica.
Clarissa no deja de ser, en definitiva, un andrógino mutilado en busca de su mitad..

Sobre el fallecimiento de mi amigo Dagoberto Puppo

Montevideo, 12 de abril de 2009



Hay hombres comunes y hay hombres extraordinarios. Dagoberto pertenecía, sin duda alguna, a los últimos.

Dagoberto Puppo poseía la inquebrantable calma de los hombres que se sienten en su lugar.

Psiquiatra reconocido, además de médico legista e internista, pero sobre todo fue un hombre de una nobleza e integridad difícil de encontrar. De una convicción pocas veces vista, que fue ejemplo permanente de bondad y generosidad.

Pero además Dagoberto fue un clínico excepcional, como nunca vi en mi vida. Poseía una agudeza clínica y una posibilidad de generar empatía a la altura de una leyenda.

Yo tuve la fortuna y el honor de pertenecer a su círculo de amigos.
Fue mi amigo y ya no está, pero su recuerdo seguirá estando presente en mí y en lo que lo conocimos porque sabemos lo que fue .

Se fue Dagoberto Puppo un hombre excepcional, un ejemplo de vida.

Jorge Bafico

Lecturas del trauma

Abril de 2009

Canesa- “Actualmente no vivo en la montaña, aunque no puedo sacármela de encima”

Mangino- “Durante muchos años la cordillera fue un trauma, me encerré y no conseguía hablar de ello... me costó mucho tiempo hacer la catarsis de todo lo que había sufrido...
Sólo me sentía bien con el grupo de sobrevivientes porque hablábamos en mismo leguaje emocional”

Algorta- “De los Andes salí – a otros les sucedió lo mismo- muy rígido, muy frontal, muy frío... Recuerdo haber maltratado a mis padres y hermanos cuando me venían a visitar... yo solo quería dormir o comer, estaba cansado y no quería que me molestaran...”

Pancho Delgado- “Cuando Regresé a la vida, demoré muchos meses para volver a dormir como lo hacía antes del accidente. Porque allá arriba pasaba las noches en vela, durmiendo a intervalos, donde el sueño nunca es sueño del todo.”
Testimonios que recortan lo traumático.

Es paradójico, podríamos decir, pedir a un psicoanalista hablar del trauma, ya que el psicoanálisis freudiano está precisamente fundado en el abandono de la teoría del trauma de seducción. Freud durante algún tiempo pensó en poder reducir la sexualidad a un trauma. Luego abandonó esta teoría y pensó que es en la sexualidad como tal que había que encontrar la causa necesaria del malestar en la sexualidad, y no en la contingencia.
Un trauma ligado a lo edípico, regulado por el principio de placer, como lo que resignifica dentro del fantasma y unido al goce fálico.

Sin embargo, las guerras y los traumatizados de guerra le demostrarán a Freud que la contingencia no es menos importante.
Guerra, muerte y trauma, a partir de más allá del principio del placer quedarán indisolublemente unidos. Las neurosis traumáticas, de guerra, el estrés postraumático son diferentes nominaciones diagnósticas que resaltan la fijación al momento del accidente traumático.
Lacan siguiendo esta línea de pensamiento pone al traumatismo de la contigencia del lado de la Tyche, encuentro con lo real, propulsada por la pulsión de muerte que va en sentido contrario de toda homeostasis unificante del principio del placer.

La guerra, los accidentes son encuentros disruptivos con ese real que se impone. De un cuantum de intensidad tal que impacta en el aparato psíquico de tal manera que literalmente lo arrasa
El sujeto, muchas veces, frente a estas irrupciones de lo real, queda sin posibilidad que eso sea simbolizable. Porque justamente en ese punto no hay significante, entonces no hay represión posible, no hay olvido posible.

Por tanto, hablamos necesariamente de un impacto en lo real, sin posibilidad de inscripción.
En este tipo de trauma se trata de algo que no ha podido ser pensado por el sujeto, que no ha podido cobrar sentido. Aquello que no puede entrar en un comercio asociativo. Solamente se le impone en un retorno tortuoso en como bien se describe en los manuales americanos a propósito del estrés post- traumático.
Un trauma que implica la detención del tiempo. ¿Por qué el trauma implica la detención del tiempo? Es porque en ese lugar las palabras perdieron su validez.

En una entrevista que se le realizó a uno de los sobrevivientes, Alfredo Delgado, en Enero de 1973, aparece claramente algo de esto:
“-Por empezar, algo muy vago: ¿cómo estás, cómo te encontrás?
- Todavía no estoy, todavía no me encuentro.
-¿Cómo es eso?
-Ocurre que todavía estoy flotando, no he podido hacer pie, no he vuelto a mi vida de antes. Los reportajes, el viaje a Montevideo, el recibimiento, el encuentro con los familiares, cada encuentro con cada amigo es un nuevo sacudón. Me está costando bastante volver a mis cosas, siempre hay algo que viene y me acude, un abrazo, un saludo, un encuentro. No hay caso, no termino de despertar.
-¿No será que has despertado, pero de una manera diferente, tan diferente que vos no lo advertís y confundís tu despertar a una nueva visión del mundo con una especie de pesadilla o algo así?
-Algo de eso hay. Estoy despertando y veo todo diferente, pero estoy seguro que todavía no he retornado, no me he despertado del todo, porque no he tenido respiro, todo está muy cerca. No me acostumbro a estar de regreso, no me acostumbro. Veo esta esquina que vi tantas veces y la veo por primera vez y me produce no sé qué extraña cosa. Veo ese café, aquel puente, estos árboles y siento que todo es nuevo y muy viejo a la vez.”

El testimonio de Delgado expone un discurso del trauma llevado por alguien, en ese momento, que está desubjetivado; a partir de un saber escrito en el cuerpo, de un saber que a la vez es conciente e inconsciente, en el sentido de forcluido, cortado, que va a aparecer en la crisis de reviviscencia traumática.
Se pregunta Francoise Davoine en un seminario sobre “El trauma y el lazo social”: ¿Cómo hacer para que esas personas que ya no pertenecen a nuestro mundo, que fueron radicalmente cambiadas por lo que les sucedió, puedan volver a nuestro mundo?

Rivers
Quizás podamos basarnos en la experiencia de William Rivers para avanzar en esta cuestión.
Rivers fue un psiquiatra y antropólogo inglés, conocido por su trabajo con los soldados que sufrieron "shell shock" (neurosis de guerra) durante la Primera Guerra Mundial.
Rivers comprueba que en la guerra a los soldados les suceden dos cosas: a) los matan, o b) la mayoría no vuelven bien, quedan físicamente discapacitados o sufren traumas mentales.
Los pacientes de William Rivers sufren terriblemente; tartamudean o enmudecieron, sufren de parálisis o vómitos permanentes, alucinan. En lugar de tratarlos con descargas eléctricas, Rivers opta por hablar con ellos. Está convencido que solamente la recuperación paulatina de la memoria los puede curar.

Rivers plantea que la sanación, es decir la superación y el olvido de lo sucedido, no es posible sin la recuperación previa de la memoria.

Para eso Rivers plantea una forma de trabajo con los combatientes que implica necesariamente que el terapeuta participe en la situación de combate.
Utilizo la palabra terapeuta, que es de origen griego y significa principalmente el segundo en el combate.

Rivers plantea que la forma de trabajo con los combatientes traumatizados se sostiene en seis principios:
El primer principio tiene que ver con no diagnosticar nunca, porque si se diagnostican a los soldados traumatizados, se transforma el inmenso saber de los traumas de guerra en enfermedad, y al traumatizado lo transforman en un inválido en vida.
El segundo principio tiene que ver con no medicar, no dar más que ligeros sedativos para poder dormir. Si se abusaba de esas drogas los soldados traumatizados perdían su estado de vigilia, perdían el contacto con ese saber adquirido y estaban en peligro de muerte.

Los otros cuatro se llaman principios de Salmón. Salmón era un psiquiatra inglés que había enunciado cuatro principios en la guerra del catorce y fueron completamente olvidados en el período de la entreguerra. En 1942-43 cuando los Estados Unidos entran en guerra, los principios de la guerra del catorce habían sido tan olvidados que había sólo diez psiquiatras para todos los americanos que eran enviados al frente; las pérdidas psíquicas fueron enormes.Se tuvo que reclutar seiscientos psiquiatras civiles y se les ordenó las cuatro consignas básicas de Salmón.

El primer principio tenía que ver con la Proximidad, es decir que el psiquiatra debe trabajar próximo al frente debe estar sometido al mismo terror, al mismo peligro que los soldados, no deben estar detrás de ellos, como los desertores, que abandonaron a sus compañeros porque si los psiquiatras están detrás luego serán inoperantes.
El segundo principio tiene que ver con la inmediatez, es el de la urgencia, es decir que es necesario hablar de lo que pasa aquí y ahora en ese lugar, porque el saber del trauma no es un saber reprimido.
El trauma crea una nueva situación y hay que trabajar sobre el aquí y ahora, y también porque en una situación traumática el tiempo se detiene, el pasado no tiene sentido, el futuro tampoco, uno está en una situación de total imprevisibilidad. Nada tiene sentido, solo la supervivencia.
El tercer principio, es el de la esperanza, que los otros esperan que el que está en el frente sobreviva, es decir que el trabajo del médico, del psiquiatra en tiempos de guerra, es trabajar sobre el hecho de que el soldado traumatizado es esperado por el resto de sus compañeros, con los que él hace cuerpo.
El cuarto principio es el de la simplicidad; el no hablar complicado, no hablar de discurso analítico.
Les pido que retengan para más adelante algunas de las ideas que plantea Rivers con respecto al tratamiento de los soldados traumatizados: no diagnosticar, trabajar en el aquí y ahora de la experiencia con lo cotidiano traumatizante y el fortalecimiento de formar un solo cuerpo con los compañeros.

No diagnosticar Trabajar en el aquí y ahora
No medicar


Proximidad
Inmediatez Fortalecimiento de formar un solo cuerpo
Esperanza
Simplicidad


Malvinas
Nuestro país no a vivido guerras bélicas de importancia, sí nuestros vecinos Argentinos y no hace tantos años con aquella absurda guerra de las Malvinas.
Centremos la cuestión antes de ir a la tragedia de los Andes, en algunos testimonios de los ex-combatientes de Malvinas.
“Malvinas fue un crack en mi vida; hay un antes y un después... Es muy raro que no esté en Malvinas algún día... Tengo sueños con Malvinas, pesadillas, recuerdos... es necesario cerrar la llaga y aprender a convivir con esa llaga.”
“Fuimos engañados a Malvinas, fuimos carne de cañón. Yo le echo la culpa al pueblo por haberlo apoyado y porque hubo una traición de la gente... Reniego de lo que no pude decidir, de lo que me impusieron contra mi voluntad. Que se caguen, son soldados. El más grande verduguea al más chico... Teníamos que hacer guardia para que ellos descansaran. Les teníamos más bronca a ellos que a los propios ingleses.”
“Los suicidios son por algo... No quiero que el veterano de guerra sufra mas... La guerra fue una traición que costó vidas. El olvido apunta a la traición. Para mí es importante que no haya traición... Cuando te mandaron a la guerra eras el mejor, cuando volviste perdiste la guerra...”
“El veterano se siente que está aparte de la sociedad... Cuesta entrar en la sociedad porque tenemos resentimiento, lo mismo que ellos... Se lo margina al veterano de guerra por la imagen que tiene. El veterano se discrimina muchas veces. Cuesta reinsertarse...”
Los testimonios son elocuentes, los combatientes de Malvinas reclaman un derecho a pertenecer, a algo que no pueden ser. Una herida abierta que es imposible de cicatrizar, una herida que se produce por la doble traición. La de los jefes y la del pueblo.
A través del padecimiento subjetivo es posible discernir que muchos de los ex combatientes de Malvinas han quedado suspendidos en cierto período de su pasado y repiten en sus sueños, una y otra vez, aquella situación traumática. El maltrato despiadado, de falta de amor por parte de los superiores, la pérdida de protección y cuidado del Estado, del gobierno, la falta de reconocimiento, estar a merced de la pura contingencia, son pruebas del desamparo más radical.
El ex combatiente de Malvinas, es decir, el traumatizado queda ubicado en el mismo lugar que el trauma, como un cuerpo extraño; ni interior, ni exterior; está adentro, pero afuera; se instala como elemento extraterritorial en el propio territorio.

Traición de los jefes Si
Muerte del amigo Si
Desvalorización social Si
Validez de la palabra No

Tratamiento
Para que haya trauma en este sentido, tiene que producirse en dos niveles: el primer nivel estaría comprendido en una dimensión física, en el sentido de quantum de energía. Hay necesariamente de entrada una explosión, cualquiera sea la dimensión de esta explosión, eso llega a una persona o a millones, es lo mismo, es el primer nivel.

Hay un segundo nivel que es cuando el acontecimiento traumático se trata de transmitir, y sobre todo cuando se trata de transmitir en el lazo social, para que el trauma se instale como tal las palabras quedan vaciadas de valor.
Según los estudios de estrés post-traumático, especialmente lo que se ha visto en el trauma de guerra, hay tres elementos altamente traumáticos a tener en cuenta, partiendo de la evidencia de que el trauma no se constituye como tal por el solo hecho supuestamente traumático considerado en sí mismo.

El psicoanalista Diego Nin, plantea en una carta que escribe a Pedo Algorta en el blog survivorwalk.blogspot.com, sobre los efectos del trauma bien diferentes en los combatientes de Malvinas y en los sobrevivientes de los Andes. En la guerra, un factor decisivo para el trauma es el sentimiento o la experiencia de lo que llaman LA TRAICION DE LOS JEFES, el maltrato y el ensañamiento de los superiores con los combatientes.

También plantea como importante en este tipo de trauma lo que se llama LA MUERTE DEL AMIGO, una muerte muy cercana para el traumatizado y la culpa que genera el no haber muerto con él y el no haber podido salvarlo etc.
Por último Nin plantea en su carta a Pedro Algorta la VALORACION SOCIAL Y FAMILIAR DE LA EXPERIENCIA. Los soldados de Malvinas que regresaron fueron socialmente condenados, vapuleados al servicio de una guerra militar absurda. La sociedad los apartó, socialmente la mayoría se convirtieron en marginales. La sociedad se avergonzaba de ellos, quería negarlos, olvidarlos, matarlos civilmente.

Repito que hablamos de un traumático que se trata de real y no sexual. Hablamos por tanto de un trauma que es un real salido de discurso.
Si podemos asimilar este trauma a algo, ese algo tiene que ver con el “desamparo”, de un tiempo anterior a toda posibilidad de inscripción.
Es por tanto un acontecimiento que no consigue representabilidad en el psiquismo, y queda por fuera como un cuerpo extraño y de ahí que su retorno aparezca muchas veces en forma de alucinación o de episodio de angustia imposible de tramitar.

La sociedad de la nieve
Ahora, ¿qué es lo que sucede con los sobrevivientes de los Andes?
Parecería que el estatuto del trauma que se recorta del testimonio de los dieciséis sobrevivientes de los Andes no tiene la misma significación que la de los combatientes de las Malvinas.
Cómo hablábamos anteriormente, el giro de lo traumático hacia la locura implica la detención del tiempo porque las palabras perdieron su validez.
Ahora, cuando uno lee los testimonios, entiende que la posición de los sobrevivientes con respecto a los testimonios de los combatiente de Malvinas es diferente, aquí las palabras tienen validez.

Dice Diego Nin “La experiencia de ustedes tuvo elementos comunes con la situación límite de la guerra, aunque también diferencias importantes. El libro La sociedad de la nieve muestra que para algunos hubo estrés postraumático pero no traumas profundos; para los soldados no necesariamente la situación de guerra en sí es traumática, para algunos sí, por supuesto, pero las privaciones físicas y biológicas no tienen porqué serlo. No es el hecho en si del congelamiento lo traumático, sino el sentido que adquiere en relación al Otro. Lo de Uds. fue bien diferente porque no estaban en situación de ser traicionados por superiores de los cuales dependiesen ni armaron internamente una estructura que pudiera terminar en eso. Los soldados se congelaban, se gangrenaban, les amputaban las piernas, pasaban hambre, tenían que salir a robar comida sabiendo que el castigo era estar estaqueado desnudo todo un día bajo la lluvia y el aire helado. Uds. de pronto tuvieron más hambre y más frío, pero para ellos eso no era una fatalidad accidental, esa es la diferencia, para ellos esa era una decisión deliberada de los oficiales, había una intención maligna, ellos fueron traicionados en relación al código, utilizados como mera carne de cañón y para peor cuando regresaron se encontraron con que todo el país había donado toneladas de abrigo y alimentos, joyas, dinero para ellos y eso jamás les llegó, se lo vendieron todo los oficiales corruptos que los traicionaron. Y para peor la sociedad luego los negó. Uds. nunca sintieron que lo que les pasó haya sido mala voluntad o malicia de Otro del cual dependían, lo tomaron como la fatalidad que fue. Entonces está el sufrimiento extremo pero con la otra variable decisiva que es el porqué se sufre y el para qué se sufre, esa vivencia puede ser muy diferente aunque el sufrimiento físico sea más o menos equivalente.”

¿Por qué no enloquecieron?
En la misma carta Diego Nin le envía a Pedro Algorta, plantea que Coche Inciarte le responde sobre la razón de porqué no terminaron como muchos de los ex combatientes de Malvinas: locos o suicidados. Inciarte dice que hicieron una especie de terapia entre ellos durante los 72 días
Como decíamos anteriormente, una experiencia imprevista, terrible o considerada traumática no necesariamente deviene acontecimiento traumático. Varias personas expuestas a un hecho conmocionante no lo registran del mismo modo, ni sus efectos son los mismos en todos. Allí se pone en juego lo particular de cada uno, o sea, con qué recursos cuenta el sujeto para enfrentar determinadas situaciones. En buena medida de ello depende que en ciertas circunstancias un sujeto sea traumatizable o no.

Ahora bien, más allá de este planteamiento es claro que las pruebas de vida de los sobrevivientes a dado muestras de una vida en general bastante equilibrada, sin sobresaltos: se casaron, la mayoría sigue con sus familias, estudiaron, se recibieron, trabajaron, muchos de ellos son hombres exitosos en sus profesiones y trabajos. Nadie a “enloquecido” o suicidado a modo de los ex combatientes.

Las respuestas parecen encontrarse en los testimonios de los sobrevivientes: el amor y el grupo. Los dos significantes coinciden en todos los testimonios.
Hablo de significantes porque de alguna manera se inscriben en un lugar.
El amor que plantea Coche Inciarte tiene que ver con eso, el lo llama terapia de grupo, que implicaba el poder sostenerse.
A diferencia de la Malvinas ellos nunca vivieron la traición del jefe, nunca sintieron que lo que les pasó fue una fatalidad.
La terapia de grupo funcionó porque sin saberlo tomó los elementos planteados por Rivers, pero entre ellos: los principios de la sencillez, la proximidad, la inmediatez, todos en la dimensión misma de la esperanza.
Debían seguir luchando por el compañero.

Proximidad
Inmediatez Fortalecimiento de formar un solo cuerpo
Esperanza
Simplicidad

Cuerpo de varios
El alud fue el acontecimiento bisagra, el momento más terrible para los sobrevivientes de los 72 días en los Andes, pero también el acontecimiento que terminó de consolidar el grupo en el “cuerpo de varios”

Coche Inciarte: “Cuando permanecimos sepultados bajo la nieve durante tres días después del alud, se creó un antes y un después, separando dos historias diferentes.
Salimos ocho menos, pero salió uno más, y ese “más uno” inmaterial nos advirtió que se terminaba definitivamente las mezquindades de la sociedad “civilizada”. Fue ahí cuando entré en un contacto mucho más estrecho con una fuerza superior...
Todo el equipo funcionó como un organismo nuevo y muy eficaz”

Adolfo Strauch: “A partir de ese entonces (el alud) se profundizó esa sociedad del sexto sentido, se consolidó la cuarta dimensión. Que no es brujería, sino otra forma de conocimiento a la que accedimos en un espacio y en un tiempo donde el aprendizaje normal y racional tenía pocas posibilidades de ofrecer soluciones. Nos vamos convirtiendo en locos que funcionan por amor y sensibilidad”

Moncho Sabella: “Logramos sobrevivir solamente con los afectos, porque no teníamos otra cosa, salvo el uno con el otro.”

Ana Freud aparte de ser la hija de Freud, fue una analista que se especializó en el trabajo con niños y en particular con niños traumatizados.
Cuando Ana Freud se refugió en Inglaterra se ocupó de niños que habían estado en dificultades por el hecho de la guerra e hizo una sala de niños.
Ana Freud quiso hacer otra cosa, abrir una casa especial, para cinco o seis niños, que habían nacido o que habían sido deportados desde muy pequeños al campo de Terezin. Las cuatro hermanas de Freud fueron deportadas a campos de concentración donde murieron. Anna Freud tenía un verdadero trauma por el hecho de que ella y su padre habían debido ir a Inglaterra pero habían dejado a esas cuatro mujeres viejas a la muerte.

Para Ana, ocuparse de estos niños era una manera de cuidar, de proteger, su sufrimiento, su dolor. Construyó una linda casa para estos niños, muy acogedora, con juegos, y cuando llegaron estos cinco niños eran verdaderos demonios, de una violencia inaudita, rompieron toda la casa y la transformaron en un campo de concentración, tal como era su lugar.
Ana Freud escribió sobre su propia dificultad respecto de estos niños, particularmente como decía siempre, porque hicieron fracasar toda su teoría Lo que era particular sobre estos niños, y por eso traigo la historia, era que los cinco hacían un solo cuerpo, no se podía separarlos nunca. Si les daban un pedazo de pan, inmediatamente lo repartían entre todos y no soportaban tener un pedazo más grande, no se trataba de una cuestión altruista sino de una necesidad vital de alimentar a ese cuerpo de varios.

Hay una anécdota que cuenta Javier Methol que es maravillosa y responde a esta cuestión del cuerpo de varios: “Él (Roberto) consideraba que yo tenía que caminar para fortalecer los músculos, porque de lo contrario, si en algún momento teníamos que salir caminando, yo no podría hacerlo, ysi yo no podía, él tampoco saldría.”
Dice Roy Harley: “Nosotros uno a uno no somos especiales, el especial es el grupo”

Todos o ninguno, un solo cuerpo, un cuerpo de supervivencia. Allí no había imagen especular. Es un cuerpo que no se reconoce en el espejo. Lo imaginario no logra cubrir lo real. Se trata de un mundo sin deseo, salvo el de sobrevivir.

Las características de este cuerpo de varios esta dada por:

- Se establece entre los integrantes del grupo un lazo más potente que el sexual.

- Hay un cuidado maternal con respecto del otro, Cuidado maternal entendido como la atención centrada solo en lo necesario para la supervivencia. Esto no tiene que ver con el deseo materno.


- Y por último la lealtad con los que están muertos.

La lealtad a esos muertos no implica el aferrase al cuerpo, y eso es una de las características de esta cuestión, para sobrevivir era necesaria la insensibilidad. Rivers escribe como la primera etapa del trauma el corte de la sensibilidad y permanecer sin ninguna reacción medible frente al horror.

En el reportaje que le hacían en el año 73 a Pancho Delgado, al final del mismo decía:
“¿Tus días en el colegio, no los recordás?
-Sí, pero sin contornos...del colegio lo que me viene ahora a la memoria es mi mejor amigo, Numa. ..Numa Turcatti, Turcatti con dos "t". El también viajó en el avión, yo lo convencí para que viniera, la convencí a su madre para que lo empujara a él, que era medio flojo para salir...Numa se murió a los sesenta días, faltando tan poquito, en mis brazos, una mañana. Era como un hermano, más todavía...y pensar que no lloré, que no pude llorar ni en ese momento, porque ya tenía el caparazón puesta...”

En la correspondencia de Diego Nin Y Pedro Algorta, este último responde: “Allí arriba estábamos blindados, no nos dábamos el lujo de sufrir, de pensar en nuestras casas, en nuestras familias. A mi se me murió un amigo en mis brazos, pero lo lloré unos segundos, después de muerto, ya no era él, y me puse su abrigo porque hacía frío. Y hoy no me genera ningún remordimiento, ninguno de nosotros ha tenido pesadillas con el tema.”

La lealtad con los que están muertos no es un tema menor, aparece muy fuertemente en los testimonios de todos los sobrevivientes, como en el testimonio de Gustavo Zerbino, que no quería irse de la montaña porque no lo dejaban subir al helicóptero con su bolso con recuerdos de los muertos para ser entregados a los familiares. Zerbino estaba dispuesto a morir por ellos, los muertos.


Para finalizar; para que un traumatismo se convierta en algo que gire a la locura hace falta otros elementos que tienen que ver con la traición, también con la muerte del compañero, pero sobre todo con la desvaloración social del acontecimiento.
Cuando se dan estos elementos hace del traumatizado alguien que esté ya muerto, que regresa como si fuera ya un muerto viviente. Alguien que no puede inscribirse simbólicamente. Su apego al compañero que dejó muerto es mayor que a los que están vivos.
Entonces vuelvo a la pregunta, ¿por qué estos hombres no enloquecieron, o se suicidaron como los combatientes de Malvinas?
Porque los sobrevivientes de los Andes nunca dejaron de pertenecer a nuestro mundo, ya que no tuvieron ni la traición del jefe pero sobre todo y desde mi punto de vista, lo más importante es que pudieron inscribir socialmente su tragedia.

Traición de los jefes No
Muerte del amigo Si
Desvalorización social No
Validez de la palabra Si

Si bien, nunca volverán como a ser como eran antes y probablemente su sufrimiento no sea nunca totalmente calmado, porque de alguna manera ellos cultivan ese sufrimiento, ellos lo buscan, porque hay una lealtad hacia aquellos que fueron muertos, pedieron permitirse a través de una sociedad que los arropó y los nombró como una nueva sociedad, una sociedad de la nieve.

Pasaron más de 30 años para que apareciera el libro “La sociedad de la nieve”, más de 30 años para que la totalidad de los sobrevivientes pudiera dar su testimonio y tratar de explicar su función dentro del grupo, su participación en la tragedia, explicar su heroísmo, porque no podemos dejar de utilizar esa palabra: “heroísmo” en el sentido del esfuerzo que lleva al hombre a realizar hechos extraordinarios.
Pero lo que más nos interesa del libro, es como intenta 30 años después intentar una trasmisión, un intento de inscripción a un linaje, la de los “sobrevivientes” quizás allí la explicación del porqué su pagina web se llama “Viven”. Una trasmisión que de cuenta del pasado y del presente, la forma de interpretar la realidad, los ideales y los valores y sobre todo el comprender hacia donde van.
El libro es diferente a “Viven” que salió poco tiempo después de la tragedia y según la lectura que propongo, no deja de ser una visión de un tercero de los acontecimientos relatados por personas que aún se encontraban atormentados por el efecto de la tragedia, discursos desubjetivados efecto inmediato de lo traumático.
Treinta años después “La sociedad de la nieve” construyen definitivamente una trama que permita a los sobrevivientes encontrar un sentido, un reencuentro y una inscripción posible en la historia a ser contada. O como dice Canesa: “Actualmente no vivo en la montaña, aunque no puedo sacármela de encima” o Parrado: “Con el tiempo la montaña se convirtió en una parte de mi vida, afectó mi carácter, mi destino, debo aceptar que será así para siempre”