Los nombre epicenos

'Nombres epicenos' es un cuento cruel, de venganza, pero sobre todo de goce.

Amélie Nothomb no usa computadora ni celular. Se levanta todos los días —de lunes a domingos— a las cuatro de la mañana y dedica cuatro horas a la escritura de sus novelas y otras cuatro horas adicionales a responder las cartas de sus admiradores.
De niña alucinaba y la diagnosticaron como autista; en la adolescencia tuvo anorexia y encontró en la escritura la forma de soportar la vida: “Vivir dentro de mí es terrible. Si no me atengo a esa disciplina, entro en proceso de autodestrucción. No puedo fallar ni un día”.

Sus novelas dan cuenta de ello. No es casual que Nothomb escriba sobre niñas o adolescentes que sufren por el desamor y la crueldad de sus padres: “Riquete el del Copete” ,”Metafísica de los tubos”, “El sabotaje amoroso”, “Viaje de invierno”, “Antichrista”. “Matar al padre”, “Diccionario de los nombres propios”, “Biografía del hambre”, son algunas muestras de esto.

La escritura de Amélie es punzante e incómoda, deja revuelto porque se mete en temas escabrosos, esos que es mejor evitar. Y lo hace con elegancia, dulcificando el veneno y el horror, aquel que se instala en la intimidad familiar.

Los nombres epicenos van en esta línea. Esta vez el monstruo es el padre: uno que no puede amar a lo que debería: su esposa e hija. Un hombre que elige la venganza como motor de su vida. Su hija llamada Épicéne, aparece como la mirada inocente que relata lo que sucede en esta familia.

Una novela muy corta pero intensa, donde el relato fluye de forma atrapante y lo perverso y retorcido dominan la escena. Una crítica acida sobre la sociedad parisina, los “nuevos ricos”, el ascenso social, el machismo, lo patriarcal, las desigualdades entre los hombres y mujeres, pero sobre todo una texto reflexivo sobre lo terrible que pueden ser los seres humanos.

Una vez más Amélie sorprende.