“No puedo saber qué más tiene
Dios previsto para mí. Sin embargo, antes de morir, quisiera poner por escrito
el relato del día en que Lajos vino a verme, por última vez, para despojarme de
todos mis bienes”.[1]
Probablemente
quien haya leído “La herencia de Eszter” del excepcional Sándor Márai quede con
un retrogusto extraño; una mezcla de angustia e impotencia.
Eszter,
la protagonista del título, es una solterona que vive con una anciana en una
modesta casita con jardín que recibe la visita de un antiguo amigo de la
familia, Lajos, después de casi veinte años de ausencia.
Su
antiguo y gran amor. Un amor trágico y no correspondido, ya que él finalmente
se casó con su hermana.
Lajos,
envejecido y viudo, pero todavía infalible en el arte del engaño, no viene con
la intención de reclamar su amor por Eszter. Simplemente viene a pedir algo que
no es suyo pero que le pertenece, o por lo menos él así parece entenderlo.
Viene,
por supuesto, a consumar el último despojo.
Eszter,
victima gigante en su amor y en su sacrificio:
“Yo, en aquella época, llevaba
veinte años sin ver a Lajos y me consideraba inmune a su recuerdo. Un día, sin embargo, recibí un telegrama suyo
que me recordó el libreto de una ópera: era patético, peligrosamente pueril y
mentiroso, como todo lo que en veinte años atrás Lajos me había escrito y
dicho, a mí o a los demás… Parecía una declaración solemne; era prometedor,
misterioso y obviamente mentiroso, ¡mentiroso hasta el fondo!...”.[2]
Lajos ¿un psicópata?
La noción de psicopatía es desarrollada por primera vez por Philippe
Pinel[3] en 1809 en su "Traité de la mente", donde describe
una forma clínica novedosa de enfermedad mental que denomina "manía
razonante". El paciente no es un "enfermo de la inteligencia"
y sí de sus "instintos", comportándose de forma maligna respecto de
las personas, siendo la falta de educación la causa principal de la
patología.
Fue
el psiquiatra francés Morel (1828) el primero en llamarla “locura de los
degenerados”.
En 1835, James
Cowles Pritchard hizo
célebre su expresión de “moral insanity”
para aludir a los locos morales o personas sin sentimientos que no pueden
controlarse y cuya ética es mínima y sui géneris.
Su
descripción coincide con el psicópata tal como se lo
caracteriza en nuestros días.
Tres
posiciones con respecto a la psicopatía en la psiquiatría son las que dominan
el panorama antes de la llegada del DSM―IV[4]:
una es la escuela más constitucionalista que se ciñe a
los factores constitucionales como determinantes. La otra es la escuela social,
más vinculada con la exterioridad sociocultural. Y la tercera es la influencia
que tuvo el psicoanálisis en relación a la sexualidad.
En
los últimos años, la hegemonía de la psiquiatría americana y su manual DSM―IV ha
ido reemplazando el concepto de "psicopatía" por el TAP,
"Trastorno Antisocial de la Personalidad". La locura sin delirio,
locura de los degenerados, moral insanity, de otrora, ha sido reemplazada por
el trastorno antisocial de la personalidad.
El psicópata
“En el momento de la llegada a
casa, (Lajos) hizo su puesta en escena, actuó y recitó su papel con evidente
placer: habló de los dos niños con un tono difícilmente calificable,
acompañando sus palabras con gestos dramáticos y falsos, como si se tratase de
unos huérfanos. Ya sus primeras palabras parecieron una acusación, una
acusación y una exigencia. ‘Los huérfanos’, así calificó a sus hijos ante Tibor
y Laci, a unos niños que se habían hecho ya adultos… ‘Los huérfanos’, dijo
Lajos, acompañando sus palabras con una mirada llena de compasión, al mostrar a
los hijos de Vilma, quienes de hecho eran huérfanos, huérfanos de madre, pero
que eran más fuertes que su propio destino: habían crecido y regresaban con
nosotros haciendo gala de un aspecto tranquilizador.
Me resulta difícil explicar
todo aquello. Estábamos de pie, confundidos, delante de los huérfanos, con la
mirada baja. Lajos los mostraba de todos
lados, desde todos los ángulos, de frente, de costado, haciéndolos girar, como
si se los hubiese encontrado en la calle, como si se hubiese encontrado a unos
niños mugrientos y mal vestidos, abandonados de la mano de Dios, y como si
alguno de los presentes ―Tibor, Nunu o yo― fuéramos los responsables de su
destino. No dijo nada al respecto, pero
nos estuvo mostrando a Eva y a Gabor así desde el primer instante. Y lo más extraño es que nosotros ―viendo a
aquellos dos jóvenes bien cuidados, visiblemente bien vestidos, sospechosamente
maduros y demasiado bien enterados de todo, que acababan de caernos desde la
luna― sentíamos que hasta cierto punto éramos responsables de ellos,
responsables, en el sentido práctico de la palabra; como si nos hubiésemos
negado a compartir nuestro pan o nuestro afecto con ellos, aunque tuvieran el
derecho y la necesidad de ello”.[5]
El término de psicopatía desde la perspectiva de la semiología psicoanalítica
no tiene un lugar claramente determinado ya que el campo psicopatológico está
en relación a la neurosis, la psicosis y las perversiones.
Lo
que históricamente se ha llamado psicopatías constituye un campo demasiado
amplio que, desde una perspectiva psicoanalítica, no puede ser abordada como una categoría
unitaria.
Muchas
veces se han generado confusiones con respecto a la psicopatía y a las
perversiones, disquisiciones que no es objetivo de este trabajo desarrollar,
por lo que simplemente diremos que si bien el psicoanálisis carece del concepto
de psicopatía, trabajaremos el tema en el sentido de lo que Freud y Lacan abordaron
con el concepto de perversión.
Roberto
Mazzuca[6]
plantea que a la psicopatía sería necesario distinguirla en dos categorías: una
que es la que se entiende como “personalidad antisocial o sociópata” y es en la
que se utiliza violencia física y coerción contra la voluntad del otro. Esta
categoría está regida por las conductas antisociales, la agresividad, la destructividad
y falta del control de impulsos.
La
otra categoría Mazzuca la llama “verdadera psicopatía” y se trata de ejercer
otro tipo de violencia: la emocional. Aún en el caso de que se pudiera hablar
de un acto delictivo, éste se produce estimulando la intervención del otro
hasta obtener su complicidad y no por el lado del forzamiento.
Los
rasgos distintivos de esta categoría son: la locuacidad, la falta de remordimientos y la renuencia
a aceptar responsabilidades.[7]
Es
fundamental remarcar la diferencia entre lo que se entiende como sociópata o
personalidad antisocial de la personalidad y psicópata; el primero en su acto
coercitivo atraviesa lo íntimo, lo privado y lo público sin pedir permiso, en
cambio el psicópata busca la complicidad y la anuencia del otro.
Lajos,
indudablemente está en el grupo de los “verdaderos psicópatas” ya que conmueve
en una manipulación teatralizada sin ningún tipo de violencia física. Se trata
de una personalidad cínica, calculadora, frívola, infractora, mentirosa y sin
escrúpulos, pero también de una personalidad irresistible y encantadora para su
público, en este caso Ezster.
“Me miraba sonriente, con una
sonrisa extrañamente humilde. Como si estuviera diciendo: ‘Ya ves, al fin y al
cabo, no están complicado’. No me había sorprendido en lo más mínimo si se
hubiese frotado las manos, como un comerciante satisfecho que, después de hacer
un negocio especialmente fructífero, se queda asolas con los miembros de su
familia y, en ese estado de ánimo efervescente, empieza a planear otros
negocios, todavía más prometedores y sustanciosos. No se apreciaba en su rostro
ni la más mínima señal de vergüenza o de oprobio. Estaba contento, se le notaba
una alegría infantil.
(Lajos)… ‘Yo siempre he sido un
hombre débil. Me hubiese gustado hacer algo en este mundo, y creo que disponía
de algún talento para ello. Sin embargo, la intención y el talento no son suficientes.
Ahora ya sé que no son suficientes. Para la creación hace falta algo más… una
fuerza especial, una disciplina; o las dos juntas. Creo que es a esto a lo que se
suele llamar carácter… Esa capacidad, ese rasgo es lo que me falta a mí. Es
como la sordera. Como la sordera de alguien que conoce las letras musicales que
está tocando, pero que no oye los sonidos. Cuando te conocí, no sabía esto con
la precisión con la que te lo estoy contando ahora… no sabía tampoco lo que tú
eres para mí: mi carácter. ¿Lo entiendes?'
―No― le respondí con
sinceridad.
No eran sus palabras las que me
sorprendían, sino que su tono de voz y su manera de hablar. Nunca lo había oído
hablar así. Hablaba como una persona que…
Me resultaba casi imposible describir su tono de voz. Hablaba como la
persona que ve algo, la verdad, un descubrimiento, sin haber llegado a ello,
pero atisbándolo, y que trata de comunicar desesperadamente sus impresiones a
los demás. Hablaba con una persona que siente algo. Yo no estaba acostumbrada a
ese tono de voz en Lajos.
Lo observaba en silencio.
―Sin embargo, es sencillo ―dijo―.
Lo comprenderás. Tú fuiste… tú hubieras podido ser para mí lo que me faltaba:
mi carácter. Uno se da cuenta de estas cosas. Una persona que no tiene carácter
o que no tiene carácter perfecto, es un inválido en el sentido moral de la
palabra. Hay muchas personas así. Son seres perfectos en todos los sentidos,
pero es como sí le faltara un miembro, una mano, un pie. Luego, se les pone una
prótesis y se vuelvan capaces de trabajar, de ser útiles para el mundo.
Perdóname la metáfora pero tú hubieras podido ser una prótesis así para mí… Una
prótesis moral. Espero no ofenderte ―añadió, y se inclinó hacia mí con ternura”.[8]
Lajos no se siente transgresor,
simplemente confiesa que le falta carácter, el que le podría haber dado Ezster,
la única culpable de su desdicha.
Es muy clara su ausencia de
culpabilidad; él demanda, impone formas sutiles de exigencia e incita a Ezster
a sentir culpa y lástima por él.
Un discurso lleno de matices en
donde la seguridad, la convicción y la rapidez están presentes, cuestiones
éstas bien presentes en el psicópata.
El
psicópata actúa y hace actuar, porque “inocula”[9]
la complementariedad. Lajos no busca respuestas sino la complementariedad de
Ezster; esta complementariedad es en espejo, ya que la mueve a hacer lo que él
no asume. Necesita del otro, del cual está en constante dependencia.
(Ezster) “―No lo creo ―insistí,
obstinada―. Y aunque así fuera, Lajos, no puedes haber deseado que alguien te
estuviera acunando toda la vida por ser una persona moralmente imperfecta. Una
mujer no puede ejercer de nodriza moral durante toda su vida.
―Una mujer, una mujer― repitió,
haciendo una ademán de desprecio―. Se trata de ti, Eszter. Se trata de ti ―dijo
con decisión y cortesía.
―Una mujer― insistí, y sentí
que la sangre se me subía a la cabeza―. Ya sé que se trata de mí. Hace mucho
tiempo que me harté de ser un ejemplo de un ideal falso. ¡Entérate de una vez!
Ya no tiene ningún sentido decirlo… Quizá tengas razón, no se puede estar
callado durante toda una vida. No creo ninguna de tus teorías, Lajos, pero creo
en la realidad. La realidad es que me has engañado.
Antes, con un lenguaje
romántico se hubiese dicho que estabas jugando conmigo. Tú eres un jugador de
cartas muy especial: alguien que juega, en vez de con cartas, con pasiones y
con seres humanos. Yo era una dama en tus juegos. Luego, te levantaste de la
mesa y te fuiste… ¿Por qué? Porque estabas aburrido. Te fuiste porque estabas
aburrido. Ésa es la verdad. Ésa es la horrible e inmoral verdad. A una mujer se
la puede apartar, tirar, como se tira una caja de cerillas vacía, por pasión,
porque es así la naturaleza del hombre, porque es incapaz de mantenerse al lado
de una mujer, o porque quiere lograr más, llegar más alto, y utilizar para ello
a todas y a todos. Todo esto lo puedo comprender… Es infame, pero tiene algo de
humano. Pero tirar a alguien sólo por aburrimiento… Eso es peor que infame.
Para eso no hay perdón, porque es inhumano. ¿Me comprendes? [10]
El
canalla
Lajos
ha engañado a toda la familia de Eszter: a unos les debe dinero, a otros directamente
les ha robado. Es un verdadero vividor y "un canalla", le asegura
Endre, el viejo notario y amigo de la familia.
Pero ¿qué es un canalla? Este es un término que tiene una aparición muy puntual en la
enseñanza de Lacan.
En “Radiofonía y televisión”[11]
Lacan manifiesta: “… pienso que hay que rehusar el psicoanálisis a los
canallas: he ahí seguramente lo que Freud disfrazaba con un pretendido criterio
de cultura... y si me atrevo a articular que el análisis debe rehusarse a los
canallas, es que los canallas se vuelven necios, lo que sin duda es un adelanto,
pero sin esperanza, para retomar vuestro término”.
¿Qué es lo que Lacan
define como canalla? Se refiere a la posición (canalla) en tanto ocupa el lugar
del gran Otro en relación a los pequeños otros. Esto está planteado en el sentido de que al
psicópata se le atribuye la capacidad de manipular a las personas.
Lajos
sabe exactamente lo que hace y por qué lo hace. Conoce la ley, distingue entre
el bien y el mal y es plenamente consciente de sus actos en el momento de
accionar.
Algunos
psiquiatras hablan de que el psicópata “cosifica” [12]; en la cosificación se trata de quitarle la
jerarquía de persona al otro. Algo para usar y tirar. Algo descartable. En este
caso Eszter.
El psicópata tiene la
capacidad ―ocupando el lugar del gran Otro― de mandar sobre el deseo y el goce del pequeño otro. Esto es lo que permitiría asimilar el
concepto de canalla al de psicópata.
El canalla carece de culpa y
responsabilidad en su posición de sujeto. La culpa para el canalla es siempre
de los otros.
“― ¿Dónde están tus limites,
Lajos?
Parpadeó al tiempo que miraba
la ceniza de su cigarrillo.
― ¿Qué pregunta es ésta? ¿De
qué limites me estas hablando? –me preguntó, inseguro.
¿Dónde están tus límites? –le
volví a preguntar―. Yo creo que cada ser humano tiene unos límites interiores,
dentro de los cuales se sitúan sus conceptos sobre el bien y sobre el mal.
Sobre todos los demás aspectos que pueden ocurrir entre los seres humanos. Pero
tú careces de límites por completo.
―Todo eso son puras palabras
–observó, con un movimiento de la mano de aburrimiento―. Límites,
posibilidades. El bien y el mal. Son puras palabras, Eszter. ¿Has pensado
alguna vez en que la mayor parte de nuestras acciones no tienen ningún sentido
ni ningún fin? Uno hace lo que hace, sin pensarlo, sin obtener ningún beneficio
ni ningún placer con ello. Si examinas tu vida, te darás cuenta de que has
hecho muchas cosas sin querer, simplemente porque se te ha presentado la
ocasión para hacerlas”.[13]
Puras palabras las de
Lajos; ningún escrúpulo, sin vacilaciones. Su convencimiento y seguridad
proviene de que no posee alteridad; no acepta al Otro con mayúscula, él es el
Otro con mayúscula.
El otro pequeño es
nada, no merece nada, Ezster es nada.
Lajos no se angustia pero no le
ahorra esa experiencia a su ex amada. Por eso asume un papel activo para sumir
al otro en la experiencia de la angustia.
El
partener del psicópata
“Estaba tranquila, casi alegre.
Me sentía ligera y sin preocupaciones. El hecho es que comprendí algo en aquel
instante, a través de las palabras de Lajos; algo que me resultaba más fuerte,
más inteligible, más categórico que todo lo que él hubiese podido decir en
contra de mí o en defensa de sus planes. Naturalmente, no creía ni una sola palabra
suya… y esa incredulidad se me antojaba divertida. Mientras Lajos hablaba, yo
comprendí algo sin que fuera capaz de poner en palabras el sentido de esa
verdad sencilla y elemental que me tranquilizaba. Lajos estaba obviamente
mintiendo… No sabía exactamente en qué pero mentía. Quizá no mintiese con
palabras, ni con los sentimientos, sino simplemente con su ser; por el hecho de
ser él mismo, de no poder ser otra cosa; como antaño tampoco había podido ser
otra cosa de lo que fue. De repente, me eché a reír, no con ironía sino con
sinceridad, con unas verdaderas ganas de reír. Lajos no comprendió mi risa.
― ¿De qué te ríes?― me preguntó
con suspicacia.
― De nada – le respondí―.
Continúa.
― ¿Estás de acuerdo?
― Sí― le dije―. ¿Con qué? Sí,
estoy de acuerdo –añadí rápidamente.
Bien― observó―. Entonces… Mira,
Eszter, no vayas a creer que puede ocurrir algo en contra de ti o en tu perjuicio.
Las cosas se tienen que arreglar, en una manera sencilla y honrada. Vendrás
conmigo. Nunu también. Quizá no al mismo tiempo, un poco después. Eva se
casará. Hay que liberarla –explicó en voz baja, con complicidad―. Y a mí
también. Todavía no puedes comprenderlo todo… Pero confías en mí ¿verdad? –me
preguntó en voz baja, inseguro de sí mismo.
― Sigue hablando― le dije, también
en voz baja, también con complicidad.― Claro que confío en ti.
― Eso es lo único que importa―
murmuró, muy satisfecho―. No creas que me voy a aprovechar de tu confianza
–continuó, en un tono de voz más alto―. No quiero que decidas sola. Iré a llamar
a Endre. Él es amigo de la casa. Es notario, entiende de estas cosas. Es mejor
que firmes delante de él –dijo con aire de generosidad.
― ¿Firmar qué? –pregunté, casi
susurrando, como si ya hubiese accedido a todo, como si hubiese aceptado la
tarea, como si tan sólo me interesara por los detalles.
― Este documento –respondió―.
Este documento que nos permitirá arreglarlo todo, para que puedas venir con
nosotros, para que puedas vivir…
― ¿Contigo?―le pregunté.
― Con nosotros― respondió en un
tono más inseguro―. Con nosotros… Cerca de nosotros.
― Espera –le dije―. Antes de
llamar a Endre…, antes de firmar…, podrías al menos aclararme una cosa con
mayor precisión: tú quieres que lo abandone todo y que me vaya contigo. Eso ya
lo he comprendido. Pero, ¿qué ocurrirá después? ¿Dónde quieres que viva cerca
de ti?
― Hemos pensado –dijo despacio,
sopesando sus palabras, hablando en general― que podrías vivir cerca de
nosotros. Nuestro piso lamentablemente, no es lo suficientemente amplio. Pero
hay un hogar cerca, donde viven damas solitarias. Muy cerca de donde estamos
nosotros. Podríamos vernos muy a menudo –añadió con tono motivador, como para
animarme.
― Un hogar de caridad ¿verdad?
–le pregunté, muy tranquila.
― ¿Un hogar de caridad?
–objetó, muy molesto―. ¡Qué palabras! Ya te digo que es un lugar en donde viven
auténticas damas. Como tú y como Nunu.
― Como yo y Nunu –repetí sus
palabras.
Esperó un rato. Luego, se acercó
a la mesa, sacó sus cerillas y con un movimiento inexperto y taciturno,
encendió la lámpara de petróleo.
― Piénsalo bien –me aconsejó―.
Considéralo. Léete el documento antes de firmarlo. Léetelo con atención.
Sacó del bolsillo interior de
su chaqueta un folio que estaba plegado en
cuatro, y lo colocó en la mesa con un ademán modesto. Me miró otra vez
de arriba abajo, con una sonrisa alentadora y benévola, se inclinó ligeramente
y salió de la habitación con pasos rápidos y juveniles”.[14]
Ezster no es psicopática, más
bien lo contrario, pero necesita de Lajos; en ese punto son un verdadera pareja.
Ella se ubica en dependencia de
la demanda del Otro. Esto es común en algunas neurosis, le gusta hacerse
demandar. Ella en definitiva participa activamente de la escena. Podría negarse
a escuchar o podría ser ingenua, sin embargo, usa sus recursos para que Lajos le
sugiera o le ordene.
Todas diferentes formas de la
demanda con las que espera sobre todo obtener el reconocimiento del Otro.
Ezster se constituye como víctima
aceptando un destino que está marcado:
“Cuando, transcurridos unos
minutos, Endre entró a mi habitación, yo ya había firmado el documento, que era
una suerte de contrato en el que yo autorizaba a Lajos a vender la casa y el
jardín”.[15]
[1] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 7-8.
(2006)
[2] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 9-10
(2006)
[3] Estos conceptos históricos sobre psicopatía se
pueden ampliar en una muy buena compilación sobre el tema: “Psiquiatría y
psicoanálisis 2” del Departamento de estudios sobre psiquiatría y psicoanálisis
(CICBA), ED. Grama, Bs As, 2008.
[4] DSM IV TR Manual diagnostic y estructuras mentales,
ED Masson, Barcelona, 2005
[5] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 64-66
(2006)
[6] Mazzuca, R., “El psicópata y su partener”,
Revista Alcmeón N°9, Bs As, 2000.
[7] Conferencia
presentada en el 8º Congreso Internacional de Psiquiatría organizado por la
Asociación Argentina de Psiquiatras, miércoles 24 de octubre de 2001, Buenos
Aires. Mesa Redonda: “Temas de Psicopatía”.
[8] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 123-127
(2006)
[9] Un término empleado por el
psicoanalista Rafael Skiadaressis
que me pareció acertado.
[10] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 135-138
(2006)
[12] Nestor Yellati,“Psicópatas, antisocial,
canalla” en “Psiquiatría y psicoanálisis 2”, ED. Grama, Bs As, 2008, es quien
trabaja exhaustivamente estos conceptos.
[14] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 139-151
(2006)
[15] Márai. S. “La herencia de Eszter”. Pág 153
(2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario