Sobre “El secreto de sus ojos”

“No quiero dejar pasar todo de nuevo. ¿Cómo puede ser que no haga nada? Hace veinticinco años que me pregunto y hace veinticinco años que me contesto lo mismo. Dejá, fue otra vida, dejá, no preguntes, no pienses. No fue otra vida, fue ésta. ¿Cómo se hace para vivir una vida vacía, llena de nada?” (Película “EL secreto de sus ojos”)

¿Por qué somos tan complejos los seres humanos? Todos sabemos lo que está bien o lo que está mal, sin embargo nuestras decisiones no siempre van en dirección correcta.
Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis, introdujo la respuesta al plantear que no somos dueños de nuestras motivaciones, y obramos en función de designios ignorados. Esta afirmación freudiana aparece como la última gran herida al narcisismo de la humanidad. La primera tiene que ver con el descubrimiento que nuestro planeta no es el centro del sistema solar y la segunda se desprende del aporte de Charles Darwin en relación a que no somos descendientes de Dios sino del mono.
Benjamín Espósito, el protagonista brillantemente interpretado por Ricardo Darín en “El secreto de sus ojos” es una muestra de la complejidad humana: sabe lo que tiene que hacer, declarar su amor a Irene. Sin embargo, tiene que esperar por más de dos décadas para hacerlo.
Esposito demuestra ser durante toda su vida ser un individuo que no se arriesga, que parece muerto en lo que a su deseo se refiere. En términos psicoanalíticos es un obsesivo.
Benjamín Espósito ama a Irene profundamente, sin embargo no puede manifestarlo. No porque ella lo rechace, sino simplemente porque no puede. Se limita a procastinar, a dejar para más adelante la solución del problema; en este caso decir lo que siente.
Parecería que Benjamín necesita mantener a su objeto de amor a distancia; como todo obsesivo posterga siempre el acto que lo aguarda. La economía obsesiva: rehuir del deseo y anularlo tanto como sea posible. En este terreno, el obsesivo siempre da lo mejor de sí mismo, paradójicamente, a la vez todo y nada, en el sentido de que puede sacrificar todo al mismo tiempo en la medida que no pierde nada.

La estrategia de Espósito como un buen obsesivo es la de mantener el objeto de amor a distancia para poder desearlo, siempre en la medida que sea imposible.
Esta es una manera de entender el porqué el no asume una respuesta a los permanentes reclamos amorosos de Irene.
Benjamín sufre, porque está afectado no sólo en su cotidianidad sino en las posibilidades de sostener proyectos que lo acerquen a la realización de sus propios ideales. Entrampado en una serie inacabable de cavilaciones, bordea, sin poder tomar decisiones en ningún sentido.
Sin embargo, Espósito se revela decidido y eficiente en su trabajo en el juzgado. La razón aparece como sencilla: en el trabajo está “tercerizado”, él representa a la ley y a la justicia pero no lo es, no hay cuestionamiento sobre lo que hace ya que lo que hace tiene que ver con su función.
En cambio, en su vida afectiva él no representa a nadie, él necesariamente debe responder por sí mismo. No hay “como si”. El deseo, ahora sí, aparece como un imposible.
Paradoja del obsesivo: máximo riesgo en el trabajo, cero riesgo en su vida afectiva.
Benjamín Espósito no deja de ser un ejemplo claro de la c

1 comentario:

  1. gracias jorge, por el analisis tan especifico y claro que haces sobre el personaje de Espósito.

    en realidad tenia idea que podia leer alguna opinion tuya acerca del film en general, pero realmente me pareció super interesante tu nota

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