¿HABLAMOS DE AMOR?

¿HABLAMOS DE AMOR?

Jorge Bafico


¿A quién amamos? ¿Cómo amamos? ¿Por qué amamos?

Denis de Rougemont en su excelente libro “El amor y occidente” concluye que el amor feliz no tiene historia. Sólo el amor condenado y amenazado por la propia vida es el que perdura en la poesía y en la novela. De alguna manera es el único amor que merece la inmortalidad.
Lo que se glorifica en el lirismo occidental nunca es la paz fecunda de la pareja sino la pasión que encierra el sufrimiento.

Un claro ejemplo de esto es la historia de amor de Carson y Clarissa, relatada en el libro “Goma de Mascar” de Rafael Courtoisie :

“El amor, algo en principio bueno, intrínsecamente bueno, movió a Clarissa a cometer el asesinato absurdo, indiscrimi¬nado, para conseguir un hígado. ¿Algo semejante al extraño atentado contra las Torres Gemelas? ¿Puede la fe matar? ¿Puede asesinar a inocentes?
Claro que sí, sí puede. De hecho lo hace a cada momento.
¿Quién dijo que todo amor es bueno? ¿Quién dijo que el amor apuesta siempre por la vida?”

Una triste historia de amor...
“Carson se aleja en su automóvil... Levanta una hooker. La lleva a su casa. Le paga. La mujer se desnuda.
—¿Qué haces? —¿No quieres tocarme?
—Claro que no.
—¿Y entonces para qué me pagaste?
—Para que bebas unos tragos conmigo. Siéntate aquí. La mujer obedece. Carson le llena el vaso de bourbon.
¿Cómo te llamas?
—Clarissa.
Brindemos, Clarissa.
—¿Por qué brindamos?
Carson piensa.
—Brindamos... brindamos... por la noche.
—i Qué extraño brindis!
—Es que en la noche uno puede detenerse a pensar, Clarissa.
—¿Y por qué en el día no?
—Durante el día la luz ciega, aturde. Los pensamientos chocan entre sí. Sólo de noche se puede pensar con claridad.
—Qué coincidencia.
—¿Cuál es la coincidencia?
—Yo trabajo de noche. Soy una puta. Toda mi vida he sido una puta. Desde los trece años. ¿Será porque veo todo muy claro?
—Bebe, Clarissa, bebe —ordena el teniente Carson. Traga y cierra los ojos.

... Carson se derrumba sobre la mesa, inconsciente. Clarissa hace un esfuerzo. Lo arrastra hasta el dormito¬rio, le quita los zapatos, le afloja la corbata. Desabrocha la funda de la pistola y le quita el arma. La deja sobre la mesa de luz.
Lo mira un momento.
... Luego lo desviste.
Carson queda desnudo en medio de la cama.
Clarissa se desviste y se coloca a un lado, lo abraza.
En la escena hay ternura y un poco de asco.

... La ambulancia va a rescatar al teniente Carson del coma alcohólico.
Le suministran oxígeno.
Le inyectan vitamina B.
Le suministran una suave dosis de adrenalina.
No reacciona.
Sufre un paro cardíaco.
Clarissa está a su lado, como si fuera su mujer, su es¬posa.
Y ni siquiera follaron la única vez que durmieron juntos.
Ni una vez. Ni una puta vez.

... Carson está en el Centro de Tratamiento Intensivo del Hospital Mercy. A su lado está Irving, histérico.
—Teniente, por favor, despierte.
—Déjelo tranquilo. Tiene que descansar.
—¿Quién es usted?
—Soy Clarissa. La mujer de Carson.
—Carson es divorciado.
—Pues volvió a casarse. Se casó conmigo. Soy su mujer.
—¡No lo puedo creer! ¿Cómo no me dijo nada?
—¿Cómo está?

¿De qué se enamora Clarissa, de quién se enamora?
No es de Carson, pues apenas lo conoce. Sin embargo eso no es impedimento para enamorarse.
El amor sólo desea ser Uno, con lo cual es imposible establecer proporción sexual.
Clarissa no escapa a esta cuestión: ser una sola unidad; como plantea Aristófanes en el Banquete , cuando describe a los andróginos como unos seres esféricos, que participaban de uno y otro sexo, masculino y femenino, completos y que osaron desafiar a los dioses. Estos, para disminuir sus fuerzas los castigaron dividiéndoles en dos mitades.
Una vez que la naturaleza de este ser quede cortada en dos, cada parte añorará a su otra mitad a la espera de un rencuentro, El mismo no dejará mortífero, ya que si se produce, será el de una dulce muerte por inanición en un abrazo perpetuo. Un recuentro esperado pero imposible.
El material del que esta construida esta forma de amar implica una pérdida, pero, concomitantemente, una búsqueda eterna de algo que complete. En definitiva: un amor quimérico que impulsa irremediablemente a creer. Un signo de amor, una palabra, un regalo será la señal de la existencia de un sujeto.
La cuestión de hacerse Uno implica que también hay un soporte del Uno imaginario que se refiere al goce y es el llamado objeto a. El objeto a, como objeto de amor, es emplazado en la persona como totalidad, aquel objeto no desligado de sus vestimentas.

“...—Se muere.
-¿Qué?
—Tiene cirrosis.
—Pero eso se cura.
—No. Cirrosis terminal. Ya no le queda hígado.
—No puede ser. ¿Y un trasplante?
—Ya me ofrecí como donante —explica Clarissa—, pero los médicos se negaron: dicen que los humanos tenemos solo un hígado y que si me lo quito para dárselo a él, me muero.
—¿En verdad usted se sacrificaría por Carson?
—Claro que sí. Pero los médicos se oponen a la opera¬ción. Hay que esperar a que aparezca un donante muerto... y además que el hígado sirva. Compatibilidad histológica y sanguínea... algo así me dijeron.”



¿De que se enamora Clarissa? Si no conoce a este hombre. Sin embargo es suficiente para cerrar su pregunta. Un hombre que la rescata de su desesperación.
Esta dimensión fantasmática del amor coincide plenamente con una perspectiva engañadora, cuya figura se acerca a un punto ideal establecido en Carson.
Es en esta área del engaño donde se instala el amor, capaz de convencer, de que, esta vez, estará en condiciones de completarla.
Carson, más allá de él mismo, se constituye como un amo que moviliza el deseo de Clarissa.
Es él, en base a quien, Clarissa se constituye como mujer y como ser deseante, aunque quede claro que Carson está indefenso, en suspenso, en coma...
No es el hombre en cuestión quien se acerca o quien se aleja, no es él quien seduce o rechaza, Carson simplemente está en condiciones de ofrecerse como señuelo. No explicita nada; sin embargo eso no impide en que se convierta en un amor, en un amor imposible.

“Son las doce y treinta. No hace frío ni calor.
En la esquina de Sappy Avenue una veintena de jóvenes espera para cruzar.
Un automóvil gris metalizado ronronea como un gato salvaje.
Es el vehículo del teniente Carson.
La que está la volante es Clarissa, su mujer, la puta que conoció la noche que entró en coma.
Clarissa acelera y pisa en freno de mano al mismo tiempo.
El motor escupe. Las ruedas chillan.

... Clarissa acelera. Atropella veinte estudiantes. Hombres y mujeres jóvenes que están cruzando la calle.
Los atropella sin miedo, con saña.
Hay quince muertos.
Tres heridos graves.
Dos leves.
—Ya está —brama Clarissa—, ahí tienen el hígado que necesitaban. Alguno de esos hígados tiene que servir para Carson.

... La morgue de Sappy City se llena otra vez. Ninguno de los hígados sirve.
No hay hígado disponible.”

Pocos datos tenemos de la historia de Clarisa, sin embargo los pocos datos alcanzan para saber que su vida fue no fue fácil. Prostitución desde los trece años, hasta el encuentro que permite el cambio: ser la mujer de alguien.

“... El teniente Carson se apaga como una vela.
Clarissa «Carson» llora.
La policía investiga el accidente.
El automóvil homicida no aparece por ningún lado.
No hay hígado disponible.”

La ilusión de toda histérica: de que algún día encontrará a un hombre que la ame como se merece. Pues fue desprovista de aquello que ahora le falta, de aquello que espera recibir.
Estas esperanzas sólo son posibles en la medida que ese amor, como lo señala Lacan “es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”.
Algunos sujetos histéricos presentan la disposición singular que consiste en hacer abstracción de cualquier manifestación personal con el único fin de reforzar las de su compañero.
Que más maravilloso acto de amor que atropellar una veintena de estudiantes para demostrarlo. Clarissa se subsume en una abdicación sin límites, de algo del propio deseo en beneficio de otro. Se trata de entrampar al otro, confundiéndose con él y haciendo valer incesantemente el deseo que uno cree es el suyo.
La esfera se vuelve a formar.
Clarissa encuentra su otra mitad.

El pensamiento de la noche los une; esa es la señal:
“El pensamiento no sirve para nada. Jamás servirá dice Clarissa, el pensamiento es una enfermedad venérea para el cerebro de una puta como yo.
Pero ahora soy una señora. Tengo marido. Agoniza, pero es mi marido. Pronto seré viuda. Tendré la dignidad de una viuda. Así que puedo pensar. Me está permitido pensar.
Ya no soy solo una puta.
Soy una mujer. Tengo marido.”

Clarissa con una desesperación por hacerse amar la lleva a creer que ama... y de ahí a enamorarse no hay más que un paso.
Carson la elige a ella, no para tener sexo, sino para brindar, para hacer algo diferente de lo que ella está acostumbrada. En una palabra, que el Otro diga lo que le falta para dárselo, para identificarse. Entra en la intriga como actriz, figurán¬dose lo que pudiera sentir en el lugar del Otro y de sus efectos.
Esto es lo que permite a Clarissa un cambio de posición radical, abandonando todo por este hombre moribundo.

Ser la mujer de... una nueva vida consagrada a satisfacer lo que supone que es el deseo del Otro a costa del sacrificio personal: un deseo dudoso que deja de buena gana y con alivio.
Esta dimensión imagi¬naria induce su posición sacrificial, amplia¬mente sostenida por la ideología sociocultural fálica contemporánea. A través de tal ideología, Clarissa aparece imaginariamente como aquella por la cual el Carson podría vivir; como aquella por la cual la incompletud del hombre puede recibir un objeto de satisfacción tan perfecto como sea posible.

Clarissa, se asemeja a Lacan cuando dice “amar es dar lo que no se tiene, a alguien que no es”, simplemente que ella, cuando intenta “entregar” su hígado o al cometer el episodio del asesinato en masa, lo lleva a la práctica.
Clarissa no deja de ser, en definitiva, un andrógino mutilado en busca de su mitad..

5 comentarios:

  1. Hola Señor!

    Me encantaria poder conseguir su libro, pero ya estoy sin tiempo, desafortunadamente mañana debo entregar un trabajo practico sobre análisis de la película "Criaturas Celestiales", y se que hay un libro suyo que se titula "Casos Locos" que analiza, si mal no entendí, dicha película.
    Por ahora se me está haciendo bastante cuesta arriba, ya que la película no me gustó y me cuesta muchísimo ver las cosas desde un enfoque "psicológico", materia que tampoco me agrada.
    Bueno, no se a que viene todo este comentario, pero tenia que escribirlo jaja.
    Saludos! que ande bien.

    Desde Buenos Aires, Argentina
    Paula (una chica grande, todavía adolescente)

    ResponderEliminar
  2. Gracias por los comentarios, es verdad en Casos Locos aparece un trabajo sobre "Criaturas Celestiales", creo que esta a la venta en Librería Paidós en Bs As

    saludos

    ResponderEliminar
  3. Hola Jorge:

    Estoy encantada por haber, cuando lo vi por primera vez, pensaba que bueno hubiese estado contar con estos espacios cuando era estudiante de la facu, me recibí en 2005 y vivo en España hace casi 4 años. Leerte me hizo viajar a aquellos años de estudiante, porque siempre teníamos nuestras preferencias dentro del profesorado y estar hoy leyendo el blog de un profe, está muy bueno.

    Me gustó mucho esta entrada, que bicho curioso el amor, y que tema complicado, ese punto de vista me gusta, lo comparto.

    Cuando la necesidad más profunda camina de su mano, tiene una fuerza terrible, incontrolable en algunos casos.

    Me gusta el tema, y el blog en general, voy a seguir léyendote.

    Tía Doc

    ResponderEliminar
  4. Hola Jorge, te escucho siempre por la radio Océano fm, son muy interesantes las charlas que allí se plantean.

    Pero más puntualemente me gustaría contactarme por asunto terapia. Dejo mi mail (modri_s@yahoo.com.ar), para que en lo posible me pase al menos algún teléfono donde ubicarte.

    saludos.

    ResponderEliminar
  5. Gracias, por tus comentarios, te mande un mail. Pero te paso mi telefono de montevideo 7078280.
    saludos

    ResponderEliminar