Si simplemente mantienes tu respiración
hasta que vuelva completamente,
mantén tu respiración
hasta que lo hayas pensado bien, niño tonto…
El Genio de al lado (Regina Spektor)
Tengo todo lo que necesito para correr. Una gorra y una bufanda para el frío. No puedo correr de pantalón largo, por lo que me arriesgo con un pantalón corto. No tengo demasiado porte de corredor, es verdad. Hace un frío terrible y la rambla está vacía, muerta. Apenas los autos me acompañan. Dicen que la vida es sufrimiento y de alguna forma mi nuevísima actividad deportiva parece demostrarlo. ¿Es necesario que corra? Nunca me gustó correr, me aburre, pero de alguna manera este sea el sacrificio que tengo que pagar para poder hacer lo que debo hacer. Quizás tenga que sufrir o revivir el dolor.
Me conecto los auriculares del Ipod y suena Regina Spektor con “El genio de al lado”, una balada con un piano clásico y una voz aniñada. Un ritmo lento, envolvente, con matices melancólicos. No debe ser casual que elija este día y esta música para empezar lo que vengo retrasando hace tanto tiempo.
El japonés Haruki Murakami, ese escritor genial, en su libro: ¿De qué hablo cuando hablo de correr? escribe que uno debe de encontrar la sintonía entre el correr y el pensamiento. Intento de seguir su método, quizás me ayude a poder escribir lo que hace tiempo vengo pensando, o por lo menos me ayude a encontrar la sintonía que necesito. Quizás este sea el momento. Algunos dicen que el correr genera endorfinas, el vehículo material del placer, la euforia, la felicidad y el alivio del dolor. Quiero ver si encuentro eso mientras corro. Una especie de droga saludable. Algo que permita recortar lo inenarrable del dolor de una pérdida.
Murakami trotó en solitario el trayecto que separa Maratón de Atenas, cien kilómetros, además de correr varios maratones en diferentes ciudades y parajes. Él está firmemente convencido que el correr le ayuda a poder escribir, le da consistencia a su escritura y fortalece la voluntad que debe tener un escritor que se precie de tal. Quizás esté des-norteado en mis identificaciones y por eso recurro al escritor japonés.
No ha sido fácil para mí la ausencia de Dagoberto. Fuimos amigos, hermanos, una relación extraña y profunda. Él más de veinte años mayor, una sabiduría erudita, médico psiquiatra, legista e internista, pero sobre todo un filósofo. Ahora él no está en mi vida y de alguna manera estoy sólo, sin ese sostén. Sabía que tenía que escribir sobre él desde el mismo momento que se fue, como una necesidad vital.
Rara combinación el de la escritura y el correr, pero Murakami demostró que se podía y yo ingenuamente pienso que también. Quizás necesite creer en algo nuevamente.
Quizás necesite correr desesperadamente para no pensar, quizás simplemente necesite creerme Murakami…
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